Hace unos días un conocido periodista asturiano terminaba su columna diciendo “En España no existe ningún partido de derechas…”.
Me extraña que alguien tan bien informado no conozca la existencia del partido VOX, de ideología liberal-conservadora, y cuyo manifiesto fundacional (principios políticos básicos) puede consultarse en la página web voxespana.es. En pocas palabras, un partido de derechas sin complejos, que defiende un Estado español con más músculo y menos grasa, que supere las duplicidades y elimine los derroches del modelo autonómico, recuperando competencias centrales en sanidad y educación, con una Justicia independiente de los partidos políticos, que garantice el cumplimiento de las leyes de manera uniforme en todo el territorio nacional; un Estado que no siga aumentando la deuda pública constantemente, que deje a los ciudadanos la decisión de cómo gastar el dinero propio (al menos la mayor parte) y cómo gestionar libremente su patrimonio, sus ahorros, en vez de comportarse como un padre sobreprotector con los que considera hijos incapaces.
La principal función del Estado es servir y proteger a la sociedad libre de sus ciudadanos, y éstos deben estar pendientes de que el Estado no exceda los límites de sus funciones legítimas. En palabras de Karl R. Popper “… la pregunta es ¿cómo podemos diseñar nuestras instituciones políticas de tal modo que los gobernantes insensatos o los malos gobernantes no logren tener demasiado poder y no puedan hacer excesivo daño?... la democracia es sólo el sistema político conocido que hace posible deshacerse de un mal gobierno sin que haya derramamiento de sangre”. Al igual que el capitalismo (de libre mercado no de amiguetes) es el menos malo de los sistemas económicos, la democracia es el menos malo de los sistemas políticos.
Lo que cada individuo reciba de la sociedad en la que vive (sea futbolista de primera, cantante de ópera, fontanero, cirujano, albañil, periodista,…) salvo en la infancia y en situaciones de incapacidad física o mental, debería ser proporcional a lo que ese mismo individuo aporte o haya aportado a la sociedad, y esa valoración, ese precio debe fijarlo “el mercado”, que somos todos nosotros, no sólo el poder político de cada momento ni los oligopolios. Oferta y demanda, esa es la base del libre mercado; aunque los agentes que intervienen no poseen la misma fuerza, las decisiones que pueda tomar Bill Gates ó Amancio Ortega tendrán mucho menor efecto sobre la vida diaria de cualquiera de nosotros que las directrices de la clase dirigente en una economía planificada. Si la mayoría de la población española consumiese tanto fútbol como yo, no creo que hubiese futbolistas millonarios, y esa consecuencia es uno de los efectos de la libertad económica.
Por supuesto que el liberalismo del siglo XXI ya no es el laissez faire del XIX, y que el denominado individualismo altruista de las sociedades modernas impide la permanencia de situaciones sangrantes (por lo menos en entornos cercanos) pero también hay que ser conscientes de que la desigualdad es inherente tanto a las cualidades o capacidades humanas como al sistema económico capitalista, y que la Historia demuestra que las alternativas igualitaristas o colectivistas pretendidas por algunos han traído peores consecuencias.
El partido VOX no cuenta con el apoyo de las empresas del IBEX, ni de ningún grupo mediático, ni del Club Bilderberg, ni de ningún gobierno extranjero, y no sería de extrañar que, tanto el periodista mencionado como otros creadores de opinión, si dedican un poco de tiempo al análisis, llegasen a la conclusión de que se trata de la alternativa política más deseable, sin caer en la obsesión platónica de curar a la sociedad, para que en España aumente la libertad (paralelamente a la responsabilidad) y la prosperidad, pero sin creer que es posible traer el Cielo a la Tierra, o alcanzar el paraíso (totalitario) del proletariado.