Me gusta el color azul

Sin desconocer que en Asturias existieron movimientos regionalistas que reclamaban una identidad propia y diferenciada, es lo cierto que nunca existió un nacionalismo tan pronunciado como el catalán o el vasco, por más que contemos con una historia, una cultura,  una lengua y un derecho propio que nos permitiría situarnos a la cabeza de las autonomías.


Pero los sentimientos son fenómenos irracionales y poco firmes, sujetos a continuos devaneos.

Experimenté en carne propia la ausencia de arraigo de este tipo de sensaciones cuando dirigí el equipo de investigación del Derecho Consuetudinario Asturiano y fui objeto de ataques furibundos por tierra, mar y aire. En cualquier otra región estarían orgullosos de poner en valor sus costumbres jurídicas.


Por ello resulta reconfortante comprobar cómo más allá de nuestra cultura, de nuestras tradiciones, de nuestra lengua, existe un fenómeno que es capaz de aglutinar emociones, de aunar un sentimiento de pueblo, de identidad, de elementos comunes, por más que sea tan circunstancial y fluctuante como el fútbol.

Hacia años que no experimentaba el placer de comprobar cómo una bandera –la de Asturias- y unos colores –los del Real Oviedo- , movían a la masa, a una masa miscelánea integrada por personas de toda edad y condición, camino de un campo de fútbol –el Carlos Tartiere- para apoyar al equipo que lleva el nombre de la ciudad, en su difícil peregrinaje hacia la segunda división.


Había seguidores fieles y seguidores esporádicos, arrastrados estos últimos por hijos, sobrinos y demás familia. Resultaba estremecedor constatar cómo niños, adolescentes, jóvenes y personas mayores conformaban una fila interminables camino del estadio, ataviados no solo con la camiseta del equipo de sus amores, sino con la bandera de Asturias, lo que evidenciaba un sentimiento ovetense pero también asturiano. Acudían a una batalla deportiva que sobrepasaba los límites de la ciudad para convertirse en un duelo intercomunitario.


Esa emotiva sensación se mantuvo cuando la afición se desplazó en masa a Cádiz con la fe puesta en la victoria a pesar del inquietante resultado obtenido en el partido de ida.

Y esa fe fue recompensada con creces. Los jugadores, quizá imbuidos por el simbolismo que dimana del color azul, el color de la ciudad de Oviedo, el color de la camiseta del equipo pero el color también de la bandera de Asturias, la bandera del Regimiento de Nobles Asturianos que dirigiera durante años el VI Marqués de Camposagrado afinales del siglo XVIII y que se mantuvo como estandarte en los regimientos asturianos que participaron en la Guerra de la Independencia y que consiguieron batir en retirada al invasor, dieron lo mejor de sí mismos y consiguieron el triunfo, conscientes de que cuanto más difícil es la victoria, mayor es la alegría de ganar.


Me gusta el color azul. Representa la calma, la tranquilidad, la seriedad, la integridad, la elegancia, la honradez, la lealtad, el desinterés, el grandonismo, atributos todos ellos de nuestro querido pueblo asturiano. Es el color del cielo y del mar, elementos asociados a la estabilidad y a la profundidad.

Me gusta el color azul y me gusta pensar en azul. El azul de nuestra bandera de Asturias que, aunque solo enarbolada en los acontecimientos deportivos enraíza con lo más florido de nuestra historia.

Nada mejor para patentizar ese amor por Asturias que reproducir un fragmento de la poesía de Juan María Acebal “Cantar y más cantar” que evidencia una suerte de idilio con nuestra tierra:

 

                   Anduvi pe la tierra en que cuntaben

                   Que los Campos Elixios Dios punxera

                   Y en pruno á lo cimero fui del monte

                    Qu`entarró con un gomitu a Pompeya

                   Vi enllazase los alamos crecios

                   Co`la parra que d`un en otru cuelga

                   Y palacios y estatues, vi lo tóo

                   Pos sentada en na mar mire a Venecia

                   Y faciendo al mió modu comparances  

                   Co`la idea p`Asturias siempre guelta

                   Non topaba daqué qu`asemeyara

                   Lo que`nella entamó la onipotencia.

           

 



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