Yo, si viviese en Madrid o Valencia y fuese adicto al Partido Popular sería incapaz, en las elecciones del próximo domingo, de depositar mi voto en las urnas a favor de las candidatas a las alcaldías de ambas ciudades: Esperanza Aguirre y Rita Barberá.

En los tiempos que corren y con la que está cayendo, con una ciudadanía hambrienta de regeneración política y social, harta de una corrupción generalizada e institucional, el hecho de que el Partido Popular considere que sus mejores candidatas para dirigir dos de los ayuntamientos más importantes de España son dos personas que llevan la soberbia, la mentira y la manipulación en su ADN político -ahí están las hemerotecas para confirmarlo-, es el reflejo del poco por no decir nulo respeto que una de las grandes organizaciones de nuestro país -gobernando esta legislatura con mayoría absoluta- tienen hacia el pueblo que dicen representar.

No es de extrañar la irrupción con fuerza de nuevos partidos en el panorama nacional consecuencia de la inagotable arrogancia de personajes como Esperanza Aguirre y Rita Barberá con la aquiescencia de , entre otros, el increíble presidente del Partido Popular y del Gobierno, Mariano Rajoy "el breve".