Papa Francisco

He escrito muchas veces sobre la apremiante necesidad de una iglesia del “Evangelio y las sandalias”, en palabras del Obispo Pere Casaldáliga, que tantos caminos ilumina con sus versos y sus escritos y, sobre todo, con su ejemplo. 
Pues bien: ya tenemos el Papa del “Evangelio y las sandalias”. Ya tenemos al Papa de la cercanía, de la bondad, de la audacia que se necesitaba de forma apremiante. 
He aquí algunas de sus declaraciones, que permiten augurar, en palabras de la Carta de la Tierra, un “nuevo comienzo”: “Hoy tenemos que decir no a una economía de la exclusión y de la inequidad…”; “…el clamor creciente contra la guerra brota del corazón de los pueblos…”; “…observando la realidad actual me pregunto si entendimos la lección de la “Pacem in Terris”…”; “… la tarea de todos los seres humanos es construir la paz con el ejemplo de Jesucristo, siguiendo estos dos caminos: procurar y practicar la justicia y contribuir al desarrollo humano integral, según la lógica de la solidaridad”; “… busquemos ser una iglesia que encuentra caminos nuevos…”; “… la explotación laboral y de la evasión fiscal son intolerables…”; “… debemos revelarnos contra la globalización de la indiferencia…”; “ante muchos acontecimientos actuales, el silencio cómplice es intolerable”… 
Hace frecuente referencia a las Naciones Unidas (en “El grito de la paz”, escrito por el Pontífice con motivo del día 7 de septiembre de 2013, “Jornada por la paz en Siria”). Es de destacar también su preocupación por la habitabilidad de la Tierra, por el deterioro del medio ambiente: “se ha ido demasiado lejos en la explotación del planeta”. Antes de la Cumbre ecológica que celebrarán las Naciones Unidas en París el próximo mes de diciembre, se espera que el Papa haga pública una Encíclica dedicada al medio ambiente.
“Misere-cor-dare”: la misericordia es la actitud que vertebra todos sus esfuerzos para el diálogo inter e intrarreligioso. Ha declarado “Año Santo de la Misericordia” el comprendido entre noviembre 2015 y 2016.
Ahora es momento adecuado para el cambio. Cuando el Papa Juan XXIII iluminó inéditos caminos con la “Pacem in Terris”, los ciudadanos no podían expresarse libremente, eran seres humanos invisibles, silenciados, silenciosos, sumisos, atemorizados, confinados intelectual y territorialmente. El Papa Francisco, humilde, sabio, valiente, se dirige ahora a una humanidad que se halla en una situación de deterioro conceptual y físico extraordinario, pero que, por primera vez en la historia, puede abandonar el temor, conocer lo que acontece en todo el mundo y participar en los asuntos públicos. Pero también la mujer, ausente desde el origen de los tiempos, incrementa progresivamente, con sus virtudes inherentes, su papel angular en la construcción de un nuevo mundo. 
Tantos desafíos requerían hacer uso, como advirtió en su día el Presidente John F. Kennedy, de la facultad creadora distintiva de la especie humana. Había que inventar el futuro basado en la igual dignidad de todos los seres humanos y en la “solidaridad moral e intelectual” como establece la clarividente Constitución de la UNESCO. Era el momento para un Pontífice capaz de liderar la transición a escala planetaria de la razón de la fuerza a la fuerza de la razón. Es el Papa Francisco. En dos años ha conseguido no sólo contrarrestar la creciente desafección a la iglesia, en particular de la gente joven, sino que ha sabido ganarse el profundo afecto y admiración de muchísimas personas en todo el mundo, creyentes o no, hasta el punto de considerarlo símbolo del nuevo humanismo. 
Alentado por el clamor popular que pronto formará parte relevante de la definición y seguimiento de rumbos y estrategias globales, el Papa Francisco, infatigable promotor de una vida digna para todos los seres humanos, verá con satisfacción cómo son muchos los habitantes de la Tierra que, progresivamente, se plantean –“libres y responsables”- las preguntas esenciales en relación a su existencia, sin imponer fanáticamente sus criterios y creencias. La palabra, la palabra será la que guiará el comportamiento cotidiano y, a escala mundial, la gobernación basada en un multilateralismo democrático eficiente. 
El día veinte de marzo tuve el honor de ser recibido en audiencia por el Papa como Presidente de la Comisión Internacional contra la Pena de Muerte. Salí reconfortado, no sólo por la reacción-acción sobre la pena capital sino por lo enfoques sobre los temas fundamentales del momento que vivimos, con el hilo conductor de la acción solidaria para remediar con urgencia las lacerantes desigualdades sociales y poner en práctica las prioridades definidas por las Naciones Unidas para el desarrollo humano (alimentación, agua, salud, entorno ecológico, educación, paz). Me entregó una Carta excelente, que refleja de su pensamiento sobre la abolición y moratoria inmediata en relación con la pena de muerte. Espero que estas sabias directrices constituyan un gran impulso a escala mundial y en particular en los Estados Unidos de Norteamérica donde todavía, en 34 Estados –la mayoría de los cuales gobernados por republicanos- se sigue aplicando la pena de muerte. 
Sí: con el Papa Francisco nos acercamos a pasos agigantados hacia. “Paz en la Tierra”, hacia la inflexión histórica de la fuerza a la palabra.



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