Cuando callamos en lugar de alzar nuestra voz, en un gran clamor popular frente a las inmensas injusticias, frente a los desmanes de los grandes grupos de poder, frente a las disparidades crecientes que llevan a vivir –y morir- a tantos seres humanos en medio de precariedades sin fin, en la pobreza extrema… estamos cometiendo un delito de silencio, siendo cómplices –“silencio cómplice”, como lo ha definido lúcidamente el Papa Francisco- de inhumanas vejaciones que atentan contra todos los valores éticos y, sobre todo, su fundamento: la igual dignidad.
No se puede alegar inadvertencia… porque ahora sabemos lo que acontece en todo el mundo. Ahora el prójimo no es necesariamente próximo. Ahora es imperativo alzar la voz, exigir… porque, por fin, “los pueblos” –como se inicia la Carta de las Naciones Unidas- tenemos la posibilidad progresiva de expresarnos libremente.
Cuando llegamos a contemplar como un “efecto colateral” inexorable del actual sistema económico a centenares de emigrantes jugándose la vida (y perdiéndola, con gran frecuencia) porque en sus países de origen se mueren de desamparo… silencio cómplice.
Cuando vemos que la mayoría de los países reducen, en lugar de incrementar, las aportaciones destinadas al fomento del desarrollo humano y sostenible… silencio cómplice.
¿Qué hace el Banco Mundial “para la reconstrucción y el desarrollo”? ¿Y el FMI? ¿Y el Banco Central Europeo?... ¿Cuál es su respuesta inmediata ante el horror de más de 700 personas ahogadas cuando intentaban llegar a las fronteras de los países que deberían ayudarles y que han sustituido la cooperación por la explotación? En España, hemos pasado del 0.51% del PIB hace cuatro años al 0.09. No se trata de más “cumbres” ni reuniones del Eurogrupo, especialistas en deudas y primas de riesgo, sino de anunciar la rápida transferencia de fondos tanto a escala nacional como internacional (Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo, PNUD). En otro caso… silencio cómplice.
Cuando la FAO nos advierte de las miles de personas que mueren de hambre todo los días, la mayoría niñas y niños de uno a cinco años de edad, al tiempo que se invierten en armas y gastos militares 3,000 millones de dólares al día… y no reaccionamos exigiendo un cambio radical en un sistema corrupto que cambió los valores éticos por los bursátiles y sustituyó a las Naciones Unidas por grupos plutocráticos (G6, G7, G8… G20)… silencio cómplice.
Cuando OXFAM informa que 85 personas poseen una riqueza equivalente a la mitad de la humanidad (aprox. 3,300 millones de seres humanos) y seguimos aceptando impasibles que lleguen a superarse de forma tan lacerante (y peligrosa) la brecha entre los marginados y los opulentos… silencio cómplice.
Cuando seguimos tolerando tráficos de toda índole por mafias que disfrutan de gran impunidad en el espacio supranacional, mientras los paraísos fiscales se van colmando de tenebrosos réditos de actividades abominables, y no exigimos la urgente refundación de un sistema de las Naciones Unidas dotado de la capacidad y medios para una justicia internacional que actúe rápida y eficazmente… silencio cómplice.
Cuando toleramos que el Partido Republicano de los Estados Unidos siga manteniendo la pena de muerte y las ejecuciones en los Estados en que gobierna, dando un malísimo ejemplo a los países retencionistas (¡ya sólo queda un 25%!); y que se haya opuesto a la Corte Penal Internacional y no haya suscrito la Convención de los Derechos de la Infancia; y haya situado fuera del ámbito de las Naciones Unidas a la Organización Internacional del Comercio; y hayan liderado la invasión de Irak, basada en la mentira; y, por “codicia e irresponsabilidad” y haya promovido la deslocalización productiva actual… silencio cómplice.
Cuando hemos presenciado, indignados pero no implicados, que después de sesenta años de reiterada oposición a concluir con Palestina un acuerdo de paz (que estuvo de a punto de alcanzarse con Isaac Rabin, que fue asesinado), y vemos cómo se incrementan los asentamientos israelíes en Cisjordania… y cómo se bombardean en la Franja de Gaza, en una reacción desproporcionada y mortífera, hospitales y escuelas de las Naciones Unidas…; y cuándo el Primer Ministro Nethanyahu, con fines electorales y contraviniendo las pautas reiteradas al respecto por las Naciones Unidas, manifiesta que no reconocerá el Estado Palestino… silencio cómplice.
Cuando sabemos que en el medio ambiente se están produciendo procesos de deterioro que pueden pasar a ser irreversibles, comprometiendo gravemente el futuro de la habitabilidad de la Tierra,… y no denunciamos, y seguimos callados…, silencio cómplice.
Cuando en Europa, tan sabiamente establecida en 1950 por políticos de la talla Robert Schumann –“hay que inventar Europa”- y aceptamos los dictados de una unión monetaria, que no ha ido precedida de una unión económica y política,… y no hemos alzado la voz cuando los mercados tuvieron la desfachatez de nombrar directamente, sin urnas, a los gobiernos de Italia y Grecia, cuna de la democracia…, silencio cómplice.
Cuando dócilmente satisfacemos deudas contraídas y simultáneamente aceptamos los artilugios legales que permiten la discrecionalidad fiscal y que ayudan a ocultar la evasión…, silencio cómplice.
Cuando…
Cuando…
Ahora que, por primera vez desde el origen de los tiempos los ciudadanos del mundo conocen progresivamente lo que acontece y pueden expresarse libremente; ahora que la mujer, piedra angular de la nueva era que se avecina, puede intervenir gradualmente en la toma de decisiones, debemos promover con firmeza la terminación de un sistema basado en las leyes mercantiles y la plutocracia y su sustitución por otro basado en los “principios democráticos” (establecidos en la Constitución de la UNESCO) y, con unas Naciones Unidas refundadas, dotadas de voto ponderado pero sin veto y con una Asamblea General integrada por el 50% de Estados y el 50% de sociedad civil, procurar los cambios radicales que exigen hoy el decoro y la conciencia.
No se trata sólo de expresar “horror” ante las 700 víctimas que, sólo ayer, ha producido la insolidaridad y la obcecación mercantilista. Se trata de aplicar sin demora las prioridades establecidas por las Naciones Unidas (alimentación, agua, salud, medio ambiente, educación y paz).
Clamor popular para hacer posible la transición de una cultura secular de imposición, dominio, violencia y guerra a una cultura de encuentro, diálogo, conciliación, alianza y paz.
El tiempo del silencio ha concluido. El Papa Francisco y el Presidente Obama podrían liderar la movilización que la inmensa mayoría de los habitantes de la Tierra anhelan.
De la fuerza a la palabra, la gran inflexión histórica que se avecina si alzamos la voz y dejamos de guardar silencio cómplice.