Dime de qué presumes y te diré de qué careces

    Esta es una de las sabias frases que con mayor fuerza se me que quedaron grabadas de niño. La empleaba mucho mi santa abuela que atesoraba la notable inteligencia de ser una de las pocas personas que sabía leer y escribir en el pequeño pueblo valenciano donde Dios tuvo a bien que naciera, para honra del lugar donde lo hizo y de todos cuantos hemos descendido directa o indirectamente de ella. Entre los muchos méritos que la adornaron durante toda su longeva vida puedo contar fueron su extraordinaria bondad, su notable inteligencia, su inagotable capacidad de trabajo y su incuestionable honradez.

       Esta sabia frase viene a cuento, además de servirme para ensalzar a una persona que influyó decisivamente en mi vida, pues me enseñó antes de que yo asistiese a lugar de estudio alguno, a desentrañar el misterio que encierran las letras cuando formando grupos nos revelan lo que hombres y mujeres de este mundo han dejado escrito para los demás, para juzgar a tantos políticos “fantasmas” que, sin haber llevado una conducta transparente demostrable, presumen todos los días de no carecer de lo que carecen otros por el simple hecho de decirlo ellos, y que no pueden demostrar obra de mérito ninguno, y sin embargo presumen de que las realizarán. Que sepan estos “prometedores” que, por lo menos, tienen en mí a uno que sospecha de qué carecen.



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