He oído la intervención del diputado del Partido Popular, Vicente Martínez-Pujalte, anoche en TV13, el canal de la Conferencia Episcopal, en el programa "El Cascabel". Trataba de defenderse de las acusaciones de las presuntas irregularidades detectadas por la Agencia Tributaria en relación al cobro de comisiones procedentes del "Grupo Callosa", una de las empresas beneficiarias de los parques eólicos en Castilla-León.
Posiblemente fuera por las horas intempestivas del programa, pero he notado al otras veces vehemente y excesivamente locuaz Martínez-Pujalte, un poco cansado. No, cansado no, mejor decir que un poco nervioso.
Resulta que, según él, no cometió ninguna irregularidad puesto que declaró las citadas comisiones a Hacienda (unos 75.000 euros en año y pico) y tenía autorización del Congreso para desarrollar otra labor alternativa a la de Diputado (con cierto titubeo declaró que en la solicitud correspondiente había indicado que era para realizar trabajos de economista).
Bueno, el caso es que, no existiendo ningún documento, de los trabajos realizados por Vicente Martínez-Pujalte, que justifique los pagos realizados por el "Grupo Callosa", el ilustre diputado -que confiesa "no leer libros de caballería"- argumenta que su asesoría -al Consejero Delegado de la empresa, Mario Armero- era de forma verbal.
Últimamente parece que todos los altos cargos del Partido Popular, y consecuentemente del Gobierno, funcionan a base de circulares y argumentarios. Saltó el caso Bárcenas, todos a decir lo mismo. Saltó el caso Rato, todos a decir lo mismo. Ayer sale el caso de los parques eólicos de Castilla-León y, tanto Martínez-Pujalte como el ex ministro y ahora embajador en Londres, Federico Trillo (que ingresó del mismo Grupo empresarial y por los mismos conceptos de asesoramiento 354.000 euros, cuando también era Diputado), ambos dicen lo mismo: sus asesorías eran verbales. Para qué perder el tiempo redactando un informe.
Con estos argumentarios diarios ¿no hay suficientes argumentos como para corregir el voto?