Ay Dios, entre unos y otros han convertido nuestro país en un infierno en el que los que parecían santos han resultado ser demonios y, los que parecían demonios continúan siéndolo. Cuando mis hijos (que al igual que los hijos de tantos españoles no encuentran un trabajo ni decente ni de los que lo son menos) me hablan de que tendrán que irse a buscarlo al extranjero, cuando lo que a ellos les mola es estar cerca de sus familiares y amigos, me cuesta encontrar argumentos disuasorios.
Y es que, señores, en este país nuestro que destapa un escándalo de corrupción cada vez que, al parecer, le conviene a alguien, empieza a dar miedo y asco vivir. Y me explico: Por lo que estamos viendo y sabiendo, desde el primer día en que comenzó nuestra democracia los mangantes empezaron a campar a sus anchas. Y digo esto porque estos “supuestos” casos de corrupción que se van descubriendo todos los días vienen de antiguo. ¿Por qué no se han descubierto y aireado antes? ¡Misterio! ¿O no?
Y yo me pregunto imitando a los griegos que fueron, según parece los primeros que haciéndose preguntas descubrieron montones de cosas casi todas ellas muy útiles para la Humanidad: ¿Será esto de la corrupción una plaga nacional? Y si es una plaga nacional, ¿quién nos garantiza que todos estos nuevos aspirantes a gobernantes, siendo como son posibles contagiados, van a ser menos corruptos que los ya descubiertos que lo son?
En fin, les tengo dicho a mis hijos que si se van al extranjero y encuentran trabajo para ellos, que miren si encuentran también uno para mí? ¿Qué otra cosa más inteligente podría pedirles?