Así como vosotros, los lectores, con vuestra generosidad me permitís que os traslade mis alegrías y penas, mis asombros y preocupaciones, mis certezas y dudas, quien os escribe – a la sazón entonces concejal de Siero ,a finales de los años 90 y principios del 2.000 - en multitud de ocasiones , ya en horas de oficina o en horario intempestivo, por la tarde, antes y después de las Comisiones Informativas, acudía al Despacho de Secretaría para realizar consultas o resolver dudas, no sin antes picar suavemente y uno sin esperar respuesta, quizás por exceso de confianza, asomaba su cabeza por el umbral de la puerta y decía las protocolarias palabras de :¿Don José Ramón, da su permiso? Y al momento me encontraba una persona que se levantaba sonriente de su sillón, saludaba y decía:
- Pase - y acto seguido, silencioso, condescendiente y en actitud de escucha, esperaba la pregunta o duda que uno le hacía.
Su despacho y alguna de sus sillas estaban llenos de Aranzadis, libros, expedientes y su mesa repleta de escritos, revistas especializadas, periódicos, y en medio de ese desorden ordenado hacía su ímprobo, abnegado y riguroso trabajo don José Ramón Morilla Fernández. Su jornada laboral empezaba a primeras horas de la mañana y acababa avanzada la tarde noche. Aún me parece verle en la antigua sala de actas dictando su escrito a Yolanda o sonriendo por lo bajo ante las ocurrencias del inolvidable Manuel Noval y todo con la única satisfacción del deber cumplido que no era otro que lograr que el Ayuntamiento de Siero y la Ley fueran de la mano y que nadie pusiera en tela de juicio su honorabilidad y su profesionalidad. Yo y todos los demás compañeros de la Corporación , en aquellos temas más escabrosos y que se prestaban a dispar interpretación, siempre esperábamos el informe del señor secretario. Nos daba la seguridad que necesitábamos.
Dicen que es de bien nacido ser agradecidos y es ésta la intención que impregna mis letras, aun sabiendo que estas se quedan pequeñas para glosar y agradecer lo mucho que debemos a ciertas personas, como es el caso que ahora nos ocupa , que con su trabajo, rigor y discreción se ha esforzado para que nuestro concejo reinara la ley, la única que garantiza la verdadera igualdad de oportunidades y ha evitado que ésta se quedará en mero papel mojado o mera palabrería, y todo esto después de soportar, a veces, injustas críticas o presiones al defender el interés público o general ajustándolo al Derecho, algo que no es fácil y ni sencillo de explicar, pues recordemos que la Justicia es una dama con los ojos tapados o al menos así se la representa... De todo esto que digo tenemos multitud de testimonios escritos , llenos de profunda sabiduría jurídica, que se conservan en las estanterías del Archivo municipal y que llevan la rúbrica de don José Ramón Morilla Fernández, secretario y notario de este ilustre Ayuntamiento de Siero -durante casi los últimos treinta años del s.XX y principios del s.XXI – se retiró en el año 2.001- y con los cuales ha asesorado a los diferentes gobiernos de Siero en tiempos tan cambiantes e imprevistos como las que hemos vivido y aún vivimos. Recordemos que en 1970 el concejo tenía unos 35.000 vecinos, y en la actualidad pasamos de 52.000 . Hoy, a raíz de su fallecimiento el pasado 3 de abril, sólo puedo decir a quien fue máximo responsable jurídico de nuestro Ayuntamiento que MUCHAS GRACIAS, y hago mías aquellas palabras de Don Antonio Machado que dicen “que sólo el necio confunde valor y precio”, pues sé que no hay precio que pueda compensar sus muchos desvelos y atenciones en favor de Siero y sus gentes.
Podría seguir contando muchas anécdotas que justifican lo que digo , pero la humildad y discreción del fallecido me lo impiden, no obstante sí quiero recordar un hecho que quizás pueda ayudar a comprender mejor su enorme talla intelectual y es que un año a la vuelta de sus vacaciones de verano, según me cuenta Juan, trajo traducido al inglés “La Ilíada”, algo que sorprendió a todos y que pone una vez más en evidencia la importancia de la Literatura y sus héroes en la formación y concienciación de las personas, pues don José Ramón, como nuevo Aquiles, revestido de leyes, papel y pluma hizo suyos los ideales del héroe clásico, que no eran otros que honor y gracia, y todo ello en beneficio de los vecinos del concejo.
Deseo que trayectorias tan ejemplares como la suya tengan el agradecimiento que se merecen. ¡Descanse en paz!