Podemos y Ciudadanos

El nihilismo -  de “nada”, en latín -  nos habla de una corriente política o filosófica que basa su contenido ideológico  en la negación de varios valores de la supervivencia.

 

Los que han estudiado ese pensamiento la suelen considerar como la base   de una crítica social, política y cultural a los valores, costumbres y creencias de una sociedad, “en la medida en que éstas participan del sentido de la vida negado por dicha corriente filosófica”.

 

 Es sabido que el término “nihilista”  ha  sido utilizado originariamente por  Turguénev en su reputada novela “Padres e hijos”. Iván dejó dicho: “Nihilista es la persona que no se inclina ante ninguna autoridad, que no acepta ningún principio como artículo de fe”.

 

Es bueno recordar – al ser una labor de considerable calidad -  el libro que sobre esas estampas rusas escribió en la “Editorial KRK” (1970), el asturiano, nacido en Cangas de Onís, Moisés Mori, y que  escribidor  de estas croniquillas sueltas y deshilachadas tiene  entre sus obras de cabecera en la rinconera de noche, ese tálamo  que acompaña las permanentes duermevelas.

 

El tema central ahora es la juventud,  al observar, sentir y palpar, ya permanentemente desde hace unos meses, la marabunta que han montado “Podemos” y “Ciudadanos”, esos flamantes partidos juveniles que han entrado en la política nacional con la misma algarabía que un  grupo de mastodontes en una tienda de piezas de cristal.

 

De la juventud se ha dicho todo y…   más. Su pedagogía  es un pedazo de la existencia humana, fresca y lozana sin duda mientras dura, aunque subida a un vagón que la lleva inapelablemente a la madurez y la vejez. Nada nuevo ni asombroso bajo el sol de la existencia.  La raza humana tiene ese destino.

 

En la mitad del medio de esta  certeza hay algo inapelable: ni se es joven ni viejo: se vive.  ¿Una chorreadura? Sin duda, aunque cierta.

 

 Un tal llamado Barón de Verulam, escribió basado en su experiencia: “La juventud es mejor para inventar que para juzgar, mejor para ejecutar que para dar consejo, y mejor para proyectar que para realizar”.

 

Pablo Iglesias y Albert Rivera están en el epicentro de dicha exactitud. ¡Adelante Rocinante! Los molinos de viento siempre están ahí en perpetua espera.

 

 Curiosamente, nuestro Enrique Jardiel Poncela –“Los solteros no nos casamos por miedo a que el amor termine” – y el siempre interesante George Bernard Shaw, expresaron al unísono: “La juventud es un defecto que se corrige con el tiempo”, dijo uno. El inglés: “La juventud es una enfermedad que se cura con los años”.

 

Palabras, puras palabras, pero ¡cuán ciertas son!

 

Infinidad de padres usan a sus hijos con la certeza de creer que son propiedad privada, y  con ese argumento justificativo  los entregan a las manos del Estado con  la esperanza de que la poderosa entidad, dueña de todo,   los forje y moldee a su imagen y semejanza. Gracias  a esa cesión, a los progenitores les suelen caer  algunas rumbosas prebendas. 

 

Al jovenzuelo o muchacha en flor que no tiene nada material – pudiera poseerlo y sería lo mismo -  si maneja doblones a granel del erario público,  algunos de esos maravedíes  se le puede quedar con facilidad o a cuenta de algún “olvido”,  en las faltriqueras.

 

Al tiempo con esa apreciación, que al ser nogales, cuando se mueven sus ramas caen nueces.

 

Ciertos gobiernos de ideología fascista o marxista, henchidos de perecederos valores patrios, son caldo de cultivo en esa tarea. Las organizaciones juveniles en  la Italia de Mussolini, la Alemania de Hitler, la Unión Soviética de Stalin, la España de Franco o el socialismo soviético de Fidel Castro, están cortadas  al nivel de idéntico rasero.

 

 Umberto Eco narra en “Cinco escritos morales” una experiencia que le ayudó a comprender más tarde el significado de la palabra “libertad”.

 

“El 1942, a la edad de diez años – cuenta - gané  el primer premio de los Ludi juveniles.  Había discurrido con virtuosismo retórico sobre el tema: ¿Debemos morir por la gloria de Mussolini  y el destino inmortal de Italia? Mi respuesta había sido afirmativa. Era un chico listo”.

 

 Esto  - en este caso, una chica lista- fue lo que pensé al  ver a una jovencita, a la que le calculaba unos 17 años y resultó de 13,  hablando con encendido entusiasmo frente al presidente Hugo  Chávez, en la promulgación de una   controversial  Ley de Educación.

 

La lozanita encantadora dijo que desde los 8 años estaba en la política dispuesta a defender el proceso revolucionario y lanzó una arenga inflamada al gusto del mandamás bolivariano.


Posiblemente uno yerre  al meter a todos en un saco de estopa, y esto quizás no sea el caso de los mozuelos de Podemos y Ciudadanos, pero los años de uno – que gracias el destino y al cielo protector son muchos -  saben que el camino final será el mismo. Todo poder nubla, embelesa y cambia los primarios ideales inflados a razón de la edad primeriza.

 

Traveseemos a equivocamos, no obstante  difícil es la partida y, el final,  casi será una película repetida una y millones de veces a lo largo de la historia de los pueblos.



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