Mañana se celebrarán las elecciones andaluzas. Mañana se va a comprobar si en las urnas se deposita el voto del cambio. Y digo "cambio" para referirme a un voto de regeneración política; regeneración que, por supuesto, no pasa por votar a los mismos que participaron, callaron o consintieron tres décadas de corrupción nacional o regional a niveles de absoluto desprecio social.
El presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, decía recientemente en un mitin del Partido Popular en relación a sus adversarios "que todos estaban para apuntalar lo que había", y en otro mitin, sin nombrar a quienes aludía, que "no le gustaban las bisagras".
Al Partido Popular no le gusta apuntalar en Andalucía, pero sí le gusta apuntalar en la Comunidad Valenciana, en Madrid o en Castilla La Mancha. Y no le gustan las bisagras porque a golpe de mayoría absoluta y de decretos ley en lugar de bisagras prefiere los candados para colocar en la boca de los ciudadanos. Es el juego de los intereses partidístas dependiendo del cuándo y el dónde.
Los andaluces tienen, en plena crisis económica y social, la primera oportunidad de depositar en las urnas el voto de la regeneración. Mañana sabremos cuál ha sido su decisión.