La película “Siempre Alice”, interpretada por Julianne Moore - ganadora del Oscar - ha llamado la atención sobre los casos más dramáticos del Alzhéimer.
El filme narra la historia de Alice Howland, una profesora de lingüística casada y con tres hijos adultos. Todo empieza a cambiar cuando comienza a olvidar las palabras y luego más. Cuando su médico le diagnostica con aparición temprana de la enfermedad de Alzheimer, Alice y la vida de su familia se enfrentan a un desafío terrible de neurológica degenerativa que avanza a una conclusión inevitable que todos temen.
Hace exactamente una década, se nos decía que los últimos avances de la ingeniería celular permitirían a la raza humana vivir más y mejor. ¿Cómo?: desde fabricar órganos perfectos para transplantes hasta cambiar las células muertas.
A diez años largos de aquella perspectiva, aún gastándose más dinero en armas destructivas que en salud, algo se ha conseguido: se trata del hallazgo de tres genes asociados a esta demencia.
Teniendo en cuenta que el 75 por ciento del riesgo de padecer la enfermedad tiene un componente genético, este avance ayuda a mejorar el diagnóstico y el tratamiento de la dolencia para poder conseguir un mejoramiento sobre una de las más terribles dolencias del espíritu, la que al bloquear los recuerdos y borrar el presente, hunde en la soledad más yerta a quien la padece.
El denominado “mal del olvido” es la principal causa de la demencia total.
Existen relatos conmovedores. Algunos escritores han dejado sobre ello turbadores documentos. En sus memorias en forma de diario, el escritor español nacido en París Max Aub, dice en una de sus cuartillas: “Paulino Masip viene a comer. ¡Qué tristeza!”
Y relata la escena con mesura: “Se da cuenta, le asoman las lágrimas a cada momento cuando se acuerda de algún hecho preciso. Estoy seguro de que piensa: ¿Para qué seguir viviendo así? Falta de riego cerebral. Ojalá piense como está; es decir, ojalá no coordine dándose cuenta de su aspecto lamentable.”
El desarrollo de la enfermedad es una gradual pérdida o deterioro de la capacidad cognitiva. Destruye lentamente las células del cerebro y todos los recuerdos se borran de la memoria.
Esa niebla cuajada posada en el alma que nada deja traspasar, es una de las más grandes plagas del intelecto, aunque el enfermo, una vez posesionado de ella, no siente que la padece, está fuera de toda concreción del tiempo, se halla en una especie de limbo de los justos.
Es en el epicentro íntimo de la familia donde el drama toma magnitud de tragedia inconmensurable. Alguien lo expresa de manera doliente:
“Si pudiera tan siquiera en algún momento recordar un rostro, la mirada del hijo, la sonrisa o la palabra de algún ser que amó y convive a su lado, eso sería reconfortable. Pero no; aún existiendo entre las paredes de la casa, él está andando el sendero sin retorno del olvido”.
La película “Siempre Alice” enseña a comprender mejor ese padecimiento en su dimensión dramática y el doliente drama de los familiares.
Uno de los análisis sobre la obra cinematográfica dice:
“Es una película dolorosa, porque esta brillantemente armada y porque nos permite empatizar con ese lugar lleno de temor y de dolor que –aunque preferiríamos negarlo - se encuentra tan accesible para todos. “Still Alice” nos recuerda que todo lo que tenemos realmente es nuestra fragilidad y mortalidad”.