Todos los indicios apuntan a que políticamente nos encontramos al final de la larga etapa que ha representado el bipartidismo en nuestro país. Situación que muy posiblemente se materializará tras la celebración de los comicios municipales, autonómicos y generales en el presente año 2015, y no solo por la incorporación de nuevos partidos al arco parlamentario como Ciudadanos y Podemos, sino por la sensación de desencanto y hartazgo de los partidos alternantes en el poder, PSOE y PP.
La sociedad española en general y la juventud en particular están indignados con la corrupción reinante en ambas formaciones políticas y cansados de que siempre porsperen los mismos, auténticos pirañas del dinero público, quienes sin el más mínimo escrúpulo, se adjudican un nivel de vida al que jamás habrían optado de haberse ajustado a sus respectivos salarios, pero que dejándose llevar por una ambición sin límites, no han tenido ni tienen recato alguno en hacer de la corrupción y el abuso su principal ocupación y dedicarse a gozar de sus bondades en compañía de los suyos, aunque sea en algunos casos a costa de los mismísimos parados.
Prueba evidente del tremendo desencanto que nos embarga, al margen del rosario de declaraciones que contó y ripitió Rajoy hasta el agotamiento en el reciente Debate del Estado de la Nación, es que tal evento solo concitó una audiencia de algo más del 2%. Claro que cuando se han contado tantas mentiras y soportando otro tanto de promesas incumplidas, el crédito de algunos politicos es prácticamente nulo.
Indefectiblemente año tras año, la mayoria de los españoles se preguntan para que sirve y que utilidad aporta el mencionado Debate, cuando lo único que queda y así lo reflejan los periódicos en sus portadas, es la retahila de insultos y descalificaciones que se dedican entre sí los distintos partidos para ocupar un especio en los medios y servir como argumento de discusión en las tertulias, como si no fuera suficiente el tener que soportar sus diatribas semana tras semana con el "y tu más" de los cigotos entre Gobierno y Oposición, pero ni una sola brillante aportación para reducir nuestro insufrible índice de desempleo.
Cada vez son más los que opinan que el PP ha perdido su principal valor representado por la capacidad de conectar con las clases medias, siendo precisamente este amplio sector el que más deplora la imagen de partido corrupto que proyecta el PP, cuya sombra está oscureciendo las soflamas de los datos macroeconómicos, mantra y bastión exhibido por el presidente Rajoy en todas sus apariciones públicas, pero insuficiente para poder soñar con una segunda legislatura.
Entre la militancia popular también existe otra creencia muy extendida consistente en que en el partido se van a experimentar grandes cambios forzados por su precaria situación, sin atreverse a definir hacia donde y en que consistirán pero convencidos de su necesidad. No hay nada más desconcertante que situarse ante un panorama imprevisible en el que puede ocurrir de todo, alimentado con insidiosos rumores y sin que nadie proporcione respuestas adecuadas.
Afiliados, votantes y simpatizantes del PP se encuentran desorientados por la carencia de un liderazgo como el ejercido en su momento por Felipe González (PSOE) o José María Aznar (PP). Una gran parte de dirigentes de la formación conservadora, pertenecen ya a un modelo agotado pero incapaces de aceptar y someterse a la necesaria renovación del partido en cuanto a ideas y personas, inmobilismo defendido en muchas ocasiones por el mismísimo Mariano Rajoy y su eterno consejero áulico Pedro Arriola, negándose a reconocer que en el estereotipo de ciertos políticos del PP, algunos resultan antipáticos, inseguros, falsos, distantes y que normalmente consideran encontrarse en posesión de la verdad, características que lógicamente no afectan a todo el colectivo, pero si muy propias de los que asiduamente aparecen en las tertulias de debate de TV.
Nada más arriesgado en momentos tan convulsos como los que estamos viviendo que ejercer de futurólogo, si bien todo parece indicar que en el seno del PP existe una corriente de opinión más limitada que reivindican cambios radicales en el partido, por entender que con un lavado de cara, fórmula aplicada con anterioridad en múltiples ocasiones, supondría prolongar la agonía de la formación, cuando lo que se está demandando es una renovación en todos los sentidos, criterio al que el ala conservadora se oponen y que apuestan solo por algunos retoques, los menos posibles y a modo de maquillaje para que en definitiva todo quede como está.
Seguir fomentando la estrategia del caracol nada solucionará, algo parecido a lo que está ocurriendo con el retraso de la celebración del Congreso del partido, donde entre otros aspectos deben modificarse los métodos en la elección de candidatos. En general, la sociedad no identifica precisamente a Rajoy como un político dinámico ni predispuesto a efectuar grandes cambios y renovaciones, dando la impresión que alguna de las modificaciones planteadas le suponen un trauma, tal como venía ocurriendo con la designación de candidatos, que se pretende presentar como un gran acierto y canto a la prudencia cuando en definitiva esconde una tremenda indecisión. Véanse como ejemplo la tardanza en los nombramientos para la Alcaldía y Comunidad de Madrid ya decididos el pasado viernes.
El adelanto de las elecciones andaluzas sin duda aportará información sobre lo que posiblemente ocurra con las restantes, aunque el inicio de campaña, marcado por el sondeo de opinión efectuado por el CIS dando por vencedora a Susana Diaz pero sin la mayoría absoluta, lo complicará todo por efecto de la entrada en escena de Podemos con 21-22 escaños. Siendo el gran descalabro para el PP que pasaría de los 50 escaños del 2012 a quedarse con 34 (16 menos).