Estamos de luto

 

            Los que formamos parte del gran equipo humano aglutinado en torno a los Módulos de Campo del Derecho Consuetudinario Asturiano, estamos de luto.

Un miembro de nuestra alineación, Antonio, ha decidido abandonarnos.

Uno de los llamados a recoger la antorcha del ilusionante proyecto de mantener viva la llama de nuestras tradiciones se ha marchado sin avisar.

Nuestra cantera, Adela, Marina, Andrea, está doblemente afectada. Antonio era el dinamizador, el delantero centro, la referencia. Su personalidad le permitía asumir ese papel sin esfuerzo alguno.

Aparentaba una gran confianza en sí mismo, casi insultante.

Hizo del fútbol, en general, y de su afición al Real Oviedo, en particular, una cuestión de estado.

Era un abogado en progresión, pero ya se había consagrado como relaciones públicas. Cierto que su aspecto y sus dotes de seducción lo acompañaban.

Tenía capacidad de liderazgo, iniciativa, entusiasmo, generosidad.

Era locuaz y poseía una gran destreza para la transmisión oral.

Tenía buena presencia: era estéticamente atractivo (lo decían todas las mujeres asistentes a los Módulos de Campo) y cuidaba los detalles de su vestimenta.

Era elegante y proyectaba buena imagen.

Tenía un innegable don de gentes y, en su desarrollo, poseía una gran habilidad para concitar el interés de las reuniones y para incitar e iniciar nuevas conversaciones.

Sabía escuchar, no era conformista, era muy creativo, no criticaba a los demás y utilizaba el “nosotros” en lugar del “yo”.

Sabía adular sin caer en excesos. A mí, en particular, me tenía cautivado porque al hablar con él me hacía sentirme el hombre más importante del mundo.

Mostraba interés por el trabajo ajeno, aunque sin ser entrometido.

Era versátil y, aparentemente, equilibrado.

Tenía carisma, capacidad de motivar, de suscitar admiración, todo ello gracias a su magnetismo personal.

Todos participamos en una carrera por la vida y, por ello, de alguna manera, somos fugitivos de la muerte, y cierto también que el día de nuestro nacimiento, la muerte comienza su caminata, pero todos queremos que camine sin prisa.

Pero no es menos cierto –como afirmaba Montaigne- que la premeditación de la muerte es la premeditación de la libertad.

Nuestro querido y añorado Antonio ya es libre. Fue su elección. Que la disfrute, por más que nos deje sumidos en el dolor.

En todo caso, si, como afirma el dicho popular, la muerte no llega con la vejez, sino con el olvido, Antonio no está muerto.



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