Esta es la gran prioridad. Investigar, investigar. Proporcionar mejores conocimientos para hacer frente a los grandes desafíos: salud, alimentación, agua, medio ambiente, educación, justicia…
Cada día que pasa es más firme mi convencimiento de que el supremo deber colectivo es procurar una vida digna para todos los seres humanos. Recuerdo que en 1956, después de visitar una residencia para niños con enfermedades que cursan con gravísimo deterioro mental, la conmoción que me produjo fue tan profunda que decidí trabajar en la prevención de la subnormalidad infantil, evitando trastornos patológicos que, si no se tratan a tiempo en el neonato, son después irreversibles.
Hoy, acabo de ver a una niña de unos quince años aquejada de una disfunción progresiva, auxiliada por su madre y su padre… y se ha renovado con fuerza mi convicción y mi grito: ¡basta ya de invertir en armas costosísimas cuando mueren de hambre miles de personas al día! ¡Basta ya de misiones espaciales cuando en la Tierra tantos viven en el mayor desamparo y la extrema pobreza! ¡Basta ya de pensar en el “bienestar” de una sociedad privilegiada cuando el 80% de la humanidad queda excluida! ¡Basta ya de “recortar” en I+D+i, utilizando referencia a índices de “recuperación” completamente ajenos a las necesidades perentorias de cada persona!...
Piensen en el genocidio diario de quienes viven en condiciones inhumanas; en los padres y familiares de niños afectos de enfermedades irreversibles… y decidan de una vez favorecer el desarrollo científico para “paliar o evitar el sufrimiento humano”.