En todo el mundo, especialmente en Occidente, sólo un tema a nivel de Estado: el caos económico en que ha desembocado la globalización de Reagan & Thatcher. Y, entre tanto, aumentan los desgarros sociales, el número de personas que carecen de los mínimos servicios higiénicos y sanitarios, la extrema pobreza se extiende y se declara la situación de “hambruna” en el “cuerno” de África. Eran muertes anunciadas pero no tenidas en cuenta, insistentemente, por quienes únicamente se fijan en los vaivenes financieros.
Pero nada cambia: siguen los paraísos fiscales colmados; el tráfico de drogas; la venta de armas; la marginación del Sistema de las Naciones Unidas, con grupos de países ricos (G7, G8, G20) haciendo dolorosamente el ridículo…
No se han adoptado las decisiones valientes que el mundo reclama con apremio, y el balance –no me canso de repetirlo- sigue más trágico cada día: 4 mil millones de dólares diarios en armas y gastos militares y el genocidio oculto e inadvertido de más de 70 mil personas muriendo de inanición.
Esta situación es insostenible y llama a la conciencia de todos los ciudadanos del mundo. Hay que decir ¡basta!
Frente al órdago del “gran dominio”, en lo que son los últimos estertores de un sistema a la deriva, es inaplazable la acción decidida de quienes todavía son capaces de reconocer que los principios democráticos deben ahora prevalecer con firmeza sobre los “mercados”.
Los grupos plutocráticos –véase lo que está sucediendo en Libia, Siria, Yemen…- han fracasado rotundamente; es preciso también reconducir la producción extremadamente barata y con total desprecio de las condiciones laborales en las “fábricas del mundo”; el desarme, ciñéndose estrictamente a nuevas estrategias de seguridad a escala mundial es una pieza clave para restablecer la normalidad económica planetaria; como lo es el precio del petróleo y, por razones, además, de índole ecológica, la rápida dotación de fuentes energéticas renovables…
Algunos países “emergentes” –tan sometidos hasta hace bien poco- están ganando la partida y el desprestigio de Occidente es patético.
Cese, pues, la batalla entre la dólar-zona y la euro-zona, y alcáncense rápidamente acuerdos de Estado entre conservadores y progresistas, republicanos y demócratas… porque, en caso contrario, en muy poco tiempo, el poder y la influencia se habrán desplazado hacia otros espacios que todavía no se hallan preparados para asumir liderazgos de esta naturaleza y alcance.
El Presidente Obama reaccionó anteayer con gran firmeza ante los envites de especulación que el “gran dominio” intenta asestarle a través de una agencia de calificación cuya imparcialidad deja mucho que desear. Ojalá en Europa se produzcan reacciones parecidas y, en una reunión de auténtica emergencia, se adopten decisiones de hondo calado tales como la federación económica, la autonomía en la seguridad y la refundación de un Sistema de Naciones Unidas eficaz y con autoridad global..
Hay que terminar con el bochornoso espectáculo actual protagonizado por los especuladores mientras nos olvidamos de nuestras responsabilidades intergeneracionales tanto en el aspecto social como medio ambiental