¿Es posible una cultura sin nación? ¿Son posibles todas las culturas sin ninguna nación?

Puedes ver la versión d’esti artículu n’asturianu equí.

 

La cultura la generan los individuos y las comunidades, es decir, los pueblos.

Sin embargo, los pueblos se constituyen en naciones desde el momento en que comparten un mismo territorio y toman conciencia de que son un cuerpo político diferenciado. La “conciencia nacional” protege la lengua, la historia y las tradiciones comunes y, por lo tanto, la cultura autóctona.

Pero la cultura autóctona es también, a menudo, diversa y comprende variantes minoritarias que son obviadas por la “cultura oficial” de la nación. Así, por ejemplo, la oficialidad de una lengua exige su normalización y por consiguiente el abandono y la marginación institucional de las variantes y modismos locales.

El problema de las naciones es, a mi entender, su necesidad de definir sus diferencias y de conseguir una cohesión interna basada en delimitar unas “características comunes”, a veces imaginarias. Lo anterior implica la homogeneización y refundición de las culturas autóctonas así como la persecución (por acción o por omisión) de las culturas foráneas (algunas de ellas más minoritarias y en peligro de desaparición que la propia cultura que se pretende proteger).

Culturas y naciones

Debemos hacernos dos preguntas: ¿Cuántas culturas coexisten en Asturias? ¿En qué otras naciones está presente la cultura asturiana?. Podemos ser perseguidores y perseguidos a la vez si no somos capaces de solucionar la coexistencia entre culturas, es decir, el respeto a la mezcla cultural y al mestizaje generado por ella.

Creo que realmente pueden existir culturas sin naciones y me parece un hecho positivo. En forma de vida, pautas de comportamiento, ideológicamente… ¿qué se parecen más culturalmente, dos asturianos cualesquiera entre sí o un “punki” de Asturias y un “punki” escocés?. No existe nación sin territorio pero sí que existen culturas sin territorio.

En definitiva, desde el nacionalismo se defiende, de una forma muy efectiva sin duda, la cultura autóctona pero, y la historia así nos lo enseña, desde una agresividad (y, por desgracia, con frecuencia desde la violencia) hacia otras culturas diferentes.

Hemos de ser capaces de defender nuestra cultura tradicional desde una esfera radicalmente pacífica sin que, por ello, esta defensa sea menos efectiva que la que se realiza de forma airada y violenta.

Defensa de la diversidad

Cultura Asturiana

Imagen: ast.wikipedia.org

Los verdes, desde la no-violencia, hemos de apoyar todas las culturas de todos los pueblos, incluso de los que carecen de territorio, (pensar globalmente) pero, a la vez, debemos defender con todas nuestras fuerzas las raíces, las formas de vida tradicionales, los rasgos culturales que sentimos como propios individualmente y también los que compartimos colectivamente en aquella comunidad en la que estemos conviviendo (actuar localmente).

Nuestro fin ha de ser universalista: NINGUNA NACION Y UN UNICO PLANETA pero radicalmente defensor de la diversidad cultural y de la pluralidad ideológica. Es, por ello, que coincidimos en numerosas reivindicaciones hechas por colectivos que se definen como nacionalistas y, por consiguiente, hemos de hacer frente común con ellos en muchísimos temas aunque sea desde una orientación diferente.

El Nacionalismo como defensa de la cultura

El nacionalismo puede ser positivo en la defensa de la cultura tradicional de un grupo humano, también en importantes facetas de tipo económico (potenciación de agricultura y ganadería autóctona, inversiones locales, empresas con capital y trabajadores pertenecientes a la propia colectividad), en la protección de ecosistemas (fauna y flora silvestre autóctona, paisajes protegidos…) y, en general, en todo lo conducente a una mayor descentralización política. Sin embargo también son muy importantes sus aspectos negativos pudiendo incluso conducir al racismo y a la xenofobia.

Además, las facetas positivas del nacionalismo son, muchas veces, demasiado limitadas. Frecuentemente se descentraliza para volver a centralizar en un ámbito menor, se cambia la bandera pero se sigue manteniendo una bandera en el mástil.

La política verde debe llegar más lejos, no nos gustan los estados centralistas, ni los ejércitos colonialistas, pero fundamentalmente porque no nos gustan ni los estados ni los ejércitos. Queremos descentralizar, pero llegando a un mayor nivel que el que se podría mantener en ninguna nación, porque nuestra forma de entender la descentralización y el autogobierno pone en tela de juicio la propia existencia de las fronteras. Apoyamos la autodeterminación, pero no sólo de las “naciones” sino también de las comarcas que los nacionalistas reivindican como “parte integrante de su territorio nacional”, en definitiva la autodeterminación de los pueblos (como individuos y como comunidades). No entendemos, por tanto, la “soberanía nacional” porque se pone por encima de los pueblos y de los individuos, tanto si el estado se llama “España” como si se llamara “Asturias”.

 

Co-portavoz EQUO Asturias

 

 



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