El humor condenado a muerte

Decía Savigny que la historia no resuelve problemas pero ayuda a entenderlos.

            Quizá haya que apelar al sabio consejo de tan insigne historiador para entender el exacrable y sangriento suceso acaecido en Francia los pasados días.

            Durante los siglos XI al XIII los países cristianos iniciaron unas campañas militares para liberar Jerusalén, llamada entonces Tierra Santa, del poder de los musulmanes.

            Las Cruzadas, así llamadas por la cruz que los combatientes llevaban superpuesta en su vestimenta, fueron guerras de religión.

            El asesinato de cerca de 18 personas en Francia, también tiene a la religión como desencadenante.

            El Islam radical, caldo de cultivo de los movimientos terroristas que alientan y patrocinan este tipo de actos de barbarie, engloba un conjunto heterogéneo de movimientos políticos cuya ideología consiste en adaptar por la fuerza la vida de la sociedad a los mandatos de la religión del propio Islam, integrado por los preceptos y dogmas que constituyen la religión de Mahoma.

            El libro sagrado del Islam es el Corán dictado por Alá a Mahoma a través del arcángel Gabriel.

            El yihadismo es la rama más violenta del Islam radical, caracterizado por la utilización del terrorismo en nombre de la yihad o guerra santa.

            Al Qaeda, que, según confesión de uno de los terroristas abatidos, fue quien financió la operación, es una de las organizaciones paramilitares del yihadismo y amenaza con más ataques a los infieles que insulten o ridiculicen al profeta Mahoma.

            Los 12 periodistas y empleados del semanario satírico Charlie Hebdo asesinados estaban amenazados desde hacía tiempo.

            En sus 22 años de existencia, habían sido objeto de varia agresiones, un incendio y ataques informáticos por publicar caricaturas de Mahoma cuya mera reproducción está prohibida por el Islam.

            Su director reivindicaba el derecho a bromear "sobre lo que le plazca".

            Los asesinos de los periodistas fueron abatidos a las 54 horas de sus horrendos crímenes, en una imprenta.

            Singular paradoja.

            Dice la historia que Gutenberg -a quien se atribuye la creación de la imprenta- para demostrar la utilidad de su invento, apostó que era capaz de hacer una copia de la Biblia en menos de la mitad del tiempo de la que tardaba en copiar una el más rápido de todos los monjes copistas del mundo cristiano y que ésta no se diferenciaría en absoluto de las manuscritas por ellos. La Biblia de Gutenberg no fue solamente el primer libro impreso, sino que, además, fue el más perfecto.

            Quién le iba a decir a Gutenberg que habría de ser en una imprenta dónde cayeran abatidos unos asesinos de periodistas por elevar el fanatismo por el Corán -otro libro sagrado- a una guerra santa.

            Soy plenamente consciente del alcance de los luctuosos hechos acaecidos en Francia, de sus consecuencias y de su significado. Defiendo la libertad de expresión y sé que el humorismo gráfico reclama irreverencia, pero no es tiempo de experimentos ni de audacias.

            Al Qaeda ha reivindicado su papel como defensora del profeta.

            Las pancartas yihadistas giran bajo el lema "usaremos vuestra democracia para acabar con vuestra democracia"

            Guardemos los mecheros, alejémoslos de la gasolina.

 



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