La libertad, el gran don, inamovible

La libertad es el don supremo de la especie humana. Al filo exacto de las certezas y de las incertidumbres, de las luces y de las sombras, decidir, elegir, imaginar… ¡crear!

Defendamos siempre nuestra libertad. No nos dejemos someter. Subrepticiamente, se está pasando del sueño de la liberación al de la prosperidad.

Las parcelas de autonomía personal van reduciéndose: en términos económicos (tarjetas de crédito, nóminas depositadas…); en el ámbito  de la comunicación y la localización, por la telefonía móvil; modificaciones relevantes en la transparencia y la protección de la vida privada, debido a que los actuales mecanismos de confidencialidad están siendo manifiestamente superados por los big data; … hasta la libertad de pensamiento se halla progresivamente modulada por el inmenso poder mediático y de información que origina sin cesar estereotipos y promueve iconos que poco a poco se van adoptando…

El colmo de esta intromisión en cada ser humano único es la que se refiere a la trascendencia, “servida” por múltiples sectas que se aventuran, a través de intolerables ardides y fabulaciones, a prefigurar lo que acontece en el más allá.

No hay nada más antihumano que el fanatismo, que la trágica ofuscación que producen los dogmas, antítesis de la libertad, como lastre de las alas para el vuelo sin límites en el espacio infinito del espíritu. Incardinado en estructuras temporales y putrescibles, cada ser humano es capaz de crear, de decidir por sí mismo, de ser plenamente humano.

Hay que mantener a toda costa la diversidad frente a la uniformización, la unicidad capaz de  anticiparse e inventar propia de cada ser humano.

¡Volvamos al sueño de la liberación sin cortapisas!



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