Estas líneas tienen más sentido, amargura y dolor profundo si le decimos al lector que durante 40 años hemos vivido en Venezuela, concretamente en Caracas, siendo así la única manera de que pueda comprender la impotencia que nos embarga.
Existió un tiempo, ya muy lejano, en que ese terruño caribeño era un país para querer, algo ya convertido en una quimera. Comenzó la marabunta de la muerte vil y asesina mucho antes, creciendo cuando llegó el gobierno de Hugo Chávez y como herencia, tras su muerte, la de su “alumno” Nicolás Maduro.
Durante ese periodo de espacio la violencia no solamente se desanudó de forma aterradora, sino que esa antigua tierra de gracia se volvió en un tótem de muerte, dejando cada día las calles y plazas de las ciudades y pueblos del país en una conflagración contra los propios ciudadanos.
Si algo no cuesta nada en Venezuela es el asesinato a sangre fría. Solamente hace falta salir a la calle, con esa decisión, todo hombre, mujer o niño ya tiene un número en su frente para introducirlo en la ruleta de los homicidios.
Oficialmente hay en el planeta 29 conflictos armados reconocidos en las Naciones Unidas.
Si las guerras no se contabilizaran solamente por cadáveres en campos de batalla, Venezuela debería de estar por derecho propio en esa lista macabra. Es una discriminación inexplicable. La cuna de Simón Bolívar, Francisco de Miranda y Andrés Bello se ha ganado dolorosamente el derecho de ver su nombre colocado en ese cuadro del terror, más cuando los cadáveres son simples ciudadanos de a pie exterminados en las arterias de sus urbanizaciones como si fuera conejillos de indias.
Leemos ahora mismo una crónica en el diario “El Universal” de Caracas reflejo inequívoco de un país que tiene un conflicto bélico contra sus propios ciudadanos, y donde las autoridades policiales – decadentes, amorales, cómplices en la mayoría de los homicidios - son tan culpables, o quizás más, que los propios malandros.
Dice la crónica de sucesos: “Aunque faltan tres días para que culmine el año, este diciembre ya se consolidó como el mes más violento de 2014 al contabilizar, hasta ayer al mediodía y según datos extraoficiales, 455 traslados de cadáveres a la morgue de Bello Monte.
Alrededor de 80 por ciento de los muertos trasladados a la medicatura forense, corresponden a homicidios, lo que significa que unas 364 personas fueron ingresadas por muertes violentas. Las 91 restantes las trasladaron porque o bien fueron víctimas de accidentes de tránsito o se trata de fallecimientos que están en proceso de investigación.
Diciembre desplazó al mes de marzo, que hasta ahora había congregado al mayor número de ingresos al servicio de ciencias forenses de Caracas, con 445. Desde el primero de enero hasta la fecha fueron llevados 4.991 cadáveres. De esa cantidad casi 4 mil correspondieron a asesinatos y el resto a muertes por colisiones, muertes naturales o motivos por investigar. En lo que va del fin de semana, desde el viernes hasta el sábado al mediodía, trasladaron 18 muertos a la morgue”.
Si alguien se pregunta la razón de que en las páginas de ofertas turísticas en Europa – y concretamente en España – no hay propaganda para visitar Venezuela, ahí tiene la respuesta: solamente hay turismo de aventura con riesgo de muerte.