Al principio no fue la palabra el Verbo vuelto espíritu en el Génesis, y al suceder esa magnitud cósmica al alba de la luz, todo cambió en un instante sin lapso de tiempo.
“Yo Soy el que soy”, dice Jehová en el primer pasaje de la Biblia, y es que siendo Yahvé omnipresente, todo en El se vuelve palabra humana cuando se expresa en los libros hieráticos.
En los “Ensayos sobre literatura y la revolución del lenguaje” que George Steiner -el hijo de judíos vieneses, ensayista provocativo y erudito- llama “Extraterritorial”, se abre un colosal espectáculo mental sobre la filología y la lógica del lenguaje llevada hacia la raíz humanística que debería existir en la mente, al ser la palabra la forma de expresarnos, el vínculo sólido que nos lleva “meeting” en el poema de Jacinto Benavente.
Indudablemente esto no es tan fácil de vislumbrar. “Los orígenes de la revolución del lenguaje – glosa Steiner - coinciden en el tiempo y la sensibilidad con la crisis de los valores morales y formales que antecede inmediatamente a la Primera Guerra Mundial”.
Otros ensayistas, como el neurolingüista nacido en Seattle, Terrence Deacon, se limitan a decir que la vida es un proceso natural basado en la memoria. “Pensar y hablar es exactamente lo mismo”. Y dice más: “El nacimiento de la pareja creó la palabra”.
En cierta ocasión Noam Chomsky le confesó a George Steiner las dudas de que el lenguaje y las ciencias biológicas tuvieran algo valioso para intercambiar entre sí, lo cual no fue compartido por Steiner, ya que para él hablar de los orígenes y la condición del lenguaje es hacerlo del propio hombre/mujer.
Y ahí llegamos a Terrence Deacon y a su desbordante erudición y capacidad de relacionar teorías, experiencias y pruebas: Darwin, Lamarck, Chomsky, Baldwin, Saussure...
Deacon, genio y figura, enaltecido y alabado, habla al mundo en algunas conclusiones, suficientes sin duda al instante de comprender la magnitud de sus teorías tan celebradas.
La primera: no hay que empeñarse en buscar la respuesta al misterio del lenguaje humano; la segunda: hallarlo va para largo. Y la tercera: costó un millón y medio de años que pudiéramos hablar, pero aún no sabemos lo que tardaremos en liberarnos del móvil y sus artilugios.
Este sabio sigue buscando el origen del lenguaje y su evolución, es decir, la realidad de lo que en verdad somos.
“No se puede estudiar el cerebro o el lenguaje por separado”, comenta. Son lo mismo, porque el cerebro está formado por células que hablan unas con otras. Así que no hay un lenguaje dentro del cerebro - el pensamiento- y otro fuera - la lengua -.
De hecho, no hay diferencia entre el origen del lenguaje y el de la existencia: “la vida sólo es posible cuando se proyecta el pasado en el presente.” De esa forma los humanos optaron por la pareja como unidad económica, afectiva y reproductora transmisora de genes. El macho intenta asegurar que su esfuerzo de cazador no servirá para alimentar los hijos de otro...
Al final podía añadirse: sublime todo, igual que la imagen auditiva que nos hace entendernos. Algo que parece fácil, pero se tardó un tiempo inmemorial el conseguirlo.