Las mismas dudas

 

 En  ciertos sectores científicos se suele afirmar explícitamente que la base del “alma” humana, o al menos nuestra conciencia del yo, “no es más que un producto de una simple reacción bioquímica en el cerebro”.

 

 El impacto emocional aún no ha sido calibrado, pero de confirmarse esa teoría,  representaría el más amplio triunfo de la ciencia sobre la religión, y las estructuras de la fe, tal como está apuntalada hoy, se vendrían  abajo o, tal vez no  – todo es posible entre tantas dudas existentes - , y ayudara  a crear un puntal que esté muy por encima de nuestro conocimiento humano.

 

De la vida no sabemos nada. De la muerte mucho menos. Del más allá, si lo hay,  solamente fe en los creyentes e incertidumbres entre los agnósticos.

 

 Tiempo antes, un biólogo estadounidense, Edward O. Wilson, pronunciando una conferencia con motivo  de un Simposio  sobre Sociedad y Cerebro, dijo ante el asombro de los presentes:

 

“Estoy convencido de que la ciencia conseguirá establecer que el cerebro no es más que algo puramente material, descartando por completo la posibilidad de que exista eso que suele denominarse espíritu o alma”.

 

 No  cabe la menor duda de que la polémica está servida y ahora deberá de responder a ella el pensamiento, sobre todo cuando la creencia religiosa es una hipótesis que no se puede poner a prueba. ¿Con qué parámetro se mide la fe?

 

 En el Diccionario de Pensamiento Contemporáneo, obra presentada por la reconocida editorial  San Pablo, dice que la historia del problema del alma es, en realidad, la historia de la misma filosofía, y ésta comienza, en efecto, cuando el ser humano se interroga sobre sí mismo, lo que lleva a preguntarse: ¿quién soy yo?, ¿de qué estoy hecho?, ¿cuáles son mis ingredientes básicos?

 

Alguien responde a esas interrogaciones al decir que nuestra mente, donde está el “yo” y por lo tanto ese concepto de “alma”, es una simple internación de células nerviosas, las que se proyectan desde la parte posterior del córtex en el cerebro.

 

  Sin embargo en el catecismo de la Iglesia Católica, a la pregunta ¿qué es el alma?, hay esta sencilla respuesta: “Nuestra alma es lo que nos da vida, es espiritual y nunca muere, y con el cuerpo forma al hombre”.

 

 No es ésta una crónica filosófica, ni siquiera un pequeño reducto para el pensamiento, son simplemente unas líneas en búsqueda  de una explicación convincente que posiblemente no llegue nunca, especialmente cuando la idea del alma es fundamental para darle razón a nuestra existencia humana.

 

  Aún si fuera verdad la teoría de que el alma es una simple reacción química, el aceptar que la promesa  de una vida eterna ha sido un engaño, nos llevará a la soledad más espantosa, pues ese día la raza humana no estará sola, sino solísima.

 

Como consuelo, un equipo de investigadores estadounidenses ha conseguido crear la primera prótesis cerebral del mundo: un chip de silicio que es capaz de mimetizar las funciones del hipotálamo, el área del cerebro encargada de controlar la memoria, el estado de ánimo y la conciencia.

 

Esto se podría utilizar para ayudar a pacientes que hayan sufrido daños cerebrales a consecuencia de infartos o patologías como la epilepsia o la enfermedad de Alzheimer.

 

En buena lógica la ciencia no interviene en los designios de la fe, aunque existan misterios, y posiblemente lo sean para siempre, que el raciocinio humano no entenderá jamás o al menos en la forma que uno desearía.

 

Y es que con todo y dudas, una especie de Dios debe estar en alguna parte, dentro de nosotros mismos, o allá afuera, en la inmensidad del Cosmos.


 



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