Los patrones de Cuba – Fidel y Raúl – y el de Venezuela, Nicolás Maduro, podrían ser dignos y haber llegado a la edad de la templanza los primeros, irreflexivo el segundo, pero son dictadores a tiempo completo,
Y eso nos debiera hacer recapacitar a los españoles. He conocido en Caracas a Pablo Iglesias y Monedero – los personajes de Podemos - escuché sus palabras, las reuniones con Hugo Chávez, los programas de televisión, y ahora siento como un vapor doliente hacia nuestro país. Si las ideas que esas personas sembraron, elevaron y propusieron en Caracas se desarrollan aquí, alguien, recordando a Ortega y Gasset dirá con sobrada razón: “¡No es esto, no es esto!”
Vamos a contar una historia reflejando esa realidad. La escribió Alejandro Solyenitsin, figura fundamental de la disidencia soviética, y autor entre otras obras de “El pabellón de cáncer” y “El archipiélago Gulag”.
El relato lo leímos hace muchos años y forma parte de “Cuentos en miniatura”.
Narra el Premio Nobel de Literatura en 1970, que en el patio de su casa un niño tiene encadenado a su perrito, Sharik. “Lo tienen así desde que era un cachorrito. Una vez fui a llevarle huesos de caldo humeantes y aromáticos, pero justo en ese momento el chico soltó al pobrecito”.
La nieve en el patio era copiosa y blanca, regresaba posiblemente uno de esos crudos inviernos del norte. Sharik, lleno de júbilo, da vueltas por el patio, salta como una liebre, el hocico se le llena de blancura fría; corre por todos los rincones, del uno al otro, del uno al otro...
Se le acerca al escritor, todo velludo, salta alrededor de él, huele sus huesos y vuelve a correr.
“No necesito yo sus huesos... denme solamente la libertad”.
Los decadentes amos de Cuba y el tórtolo de Maduro – no tonto, pero si equivocado de manera espeluznante- amantes de chascarrillos, citas, frases ampulosas, tienen en la penosa historia de Sharik motivo de reflexión.
No lo olvidemos nunca: La libertad encierra la grandeza de la vida.
La dignidad es otra cosa. Indudablemente ella es una ciencia fundamental del ser humano, pero en Cuba y Venezuela, ese factor, que en otro país cualquiera sería actuar con independencia, en “Venecuba” no sólo es imposible, sino prohibitivo.
Un paradigma válido y a la vez necesario de conocerse: En La Habana y en todas las ciudades y pueblecitos de Cuba, desde la Península de Guanahacabibes hasta más allá de Sierra Maestra, hacia la punta de Quemados, la dignidad es recibir consignas de los dos patriarcas, es escuchar una y otra vez la cantaleta “Patria... o muerte”, algo que los antiguos descendientes de los mambises dicen que es, con sobrada razón, una redundancia.
Hacia 1896, Antonio Maceo, que con José Martí es el gran héroe de la independencia de Cuba, decía: “La libertad no se pide más, se conquista a golpe de machete”. Pero hoy la libertad que tanta sangre costó en los campos de La Mejorana o por las riberas del río Cauto, está pisada, hecha añicos, convertida en ramera de unos revolucionarios barbudos que hablan de dignidad, cuando ningún cubano en estos momentos en la isla, tiene tan siquiera los mismos derechos que cualquier turista, que con los bolsillos abarrotados de dólares se tuesta al sol en las finas playas de Varadero.
Presidente Nicolás Maduro: ser libre es más que ser digno, pues la libertad es sagrada como el individuo, y toda ella representa la vida en su más profunda dignidad.
Nota: Estas líneas han salido ante los desafueros que el régimen chavista está imponiendo con dureza, y llevando a los tribunales del Gobierno – los otros no existen – a valientes patriotas, entre ellos a María Colina Machado, una mujer templada, decidida, y colmada de un coraje que impresiona.