Gertrudis una pueblerina de veinte años, harta de ser explotada por sus padres que la tenían de dependienta por las tardes en un pequeño supermercado y por las mañanas se la llevaban al campo a trabajar, y que llegaba al fin de semana agotadísima, decidió un día hacer la maleta y marcharse a la ciudad donde tenía una prima llamada Anita que llevaba tres años allí y solía decirle, cuando hablaban por el móvil, que le iba muy bien en la metrópoli y era allí inmensamente dichosa.
Cuando Gertrudis llegó al modesto apartamentito de su prima Anita se encontró con que ella compartía su vivienda con dos varones que le presentó de la siguiente manera:
—Mis novios: Aldo y Jere.
Gertrudis abrió ojos como ruedas de carro y, en cuanto los dos hombres se marcharon inmediatamente para que ellas dos pudieran hablar de sus cosas, la pueblerina, muy escandalizada, dijo a la joven reconvertida en urbanita:
—Jope, prima, lo tuyo es promiscuidad.
—No chica, no, lo mío es modernismo —le aclaró contundente Anita—. Esos dos chicos reúnen entre ambos todas las cualidades que yo he buscado siempre y no he encontrado en uno solo.
Gertrudis se permitió un par de minutos de reflexión y al final expuso:
—Oye, prima, ¿y si las cualidades que yo busco en un chico las reunieran tres chicos, me quedo con los tres?
Anita soltó una estruendosa carcajada y reconoció:
—Has hecho muy bien en venirle aquí a la ciudad, eres demasiado lista para malgastar tu talento en ese atrasado pueblo nuestro. ++