Después de un cuarto de siglo de compartir presencia en eventos de todo tipo con mi querido maestro Luis José, las circunstancias de este tiempo complicado que nos toca vivir me van a impedir estar el viernes en la inauguración de su calle, compartir su emoción y darle un abrazo 'in situ'. Y ya lo siento, ya, aunque me consuela que 'Lucho' sabe bien de mi indisponibilidad al respecto. Dicho ésto, queridos lector@s, no escribo estas líneas para hablarles de mis cuitas, sino de la calle en sí, que me parece una de las más merecidas nombradías acordadas por el Consistorio capitalino en las últimas décadas.
De los méritos periodísticos o humanos de Ávila dejaré que hablen otros, puesto que en mí se presume el elogio de los mismos. A lo que vengo a referirme hoy es al ovetensismo de que Luis José lleva haciendo gala toda su vida, al menos la que yo conozco, partiendo de su condición de nacido "a la sombra de la Catedral", de vecino de la calle de San Bernabé y de parte misma de la 'manteca' de Vetusta desde que era un chavalín en sus inicios en Región, con el revolvín de Miguel Rama como 'compa' reporteril.
No voy a aburrir a vosotros ustedes con detalles y cronologías. Pero lo tengo visto "con estos ojitos" batirse el cobre por Oviedo --también por Asturias, claro-- en foros, tertulias, encuentros y debates por toda la geografía española. Y es que a Luis José de éste municipio y concejo le gusta todo. Las piedras, el verde, las casas, las fábulas y...sobre todo, las gentes. Las historias de la gente, de los personajes conocidos y de los desconocidos. De los inginieros y de los camareros, de los canónigos y de los confiteros, de los banqueros y de los porteros.Sus anécdotas, sus grandezas y sus pillerías. Y con esa mochila de conocimientos se convierte, claro, en un hábil polemista, un avezado conversador y un convincente panegirista. Por esa razón, y no por otras, tiene Luis más que merecida la placa con su calle, esa calle que tendré que ir a ver el sábado esperando que en el aire aún resuenen los ecos del aplauso caluroso del viernes.
Amigo Luis: Eduardo desde el cielo y yo desde El Cristo estaremos también contigo el viernes, aunque sea en espíritu. Ah! Y por una vez puedes ponerte sensiblón. Ahora está de moda, ya sabes. De paso, hago extensible el abrazo a Óscar y un beso a las Pilis, que presumo orgullosos en tan feliz jornada.
Ahora sólo te queda escribir tu famosa novela, cuyo jocundo título no revelaré. ¡Anímate, hombre!