Las cochiqueras

De un tiempo a esta parte no hay un solo día que no nos despierte un sobresalto. Más bien un sobresueldo. O un sobre suelto. Viene a ser lo mismo. Desde lo más cercano a los ciudadanos que son los ayuntamientos, pasando por las provincias, autonomías, Gobierno de la nación, Comisión Europea, sindicatos, partidos políticos y qué se yo cuantas asociaciones, fundaciones, grupos de poder… Todos los días un desfalco, un robo o una trama para robar, salta a la primera página de la prensa. Nos golpea los ojos.  No sé cuál es el motivo por el que empiezan ahora a aparecer todas las cagarrutas del boato del poder. ¿Será acaso porque se acercan las elecciones? ¿Será que, por fin, la justicia se ha puesto manos a la obra y está dirigiendo los equipos de limpieza del país? Que cualquiera de ambas preguntas tuviese respuesta afirmativa me parecería exagerado. Más bien, aun admitiendo que algo de ello pueda estar influyendo, parece que lo que ocurre es que el caldero ya no lleva más. Se desbordó la cisterna y nos ha llenado el patio de las heces asquerosas de una corrupción más ruin si cabe por los tiempos que estamos viviendo. Estos tiempos en los que la mayoría de la población, o bien pasa calamidades, o bien pasa estrecheces para llegar a final de mes dignamente, o bien no tiene un duro que sacarse del bolsillo para comer. Así de triste está este país ahora mismo.

 

 

Siendo algo que todos intuimos en mayor o menor medida, no obstante, el personal anda desorientado, incrédulo, anonadado por lo que ve y por a quiénes ve saliendo de las cloacas. Personas a las que se presuponía un mínimo de honradez se manifiestan deleznables hasta el vómito. Gobernantes y mandantes de las más diversas y altas instituciones y corporaciones se nos aparecen, de la noche al día, como cerdos revolcándose felices en sus cochiqueras llenas de heces. Han construido sus vidas por encima de la de los demás y a costa de los demás. Así. Como una pandemia recién descubierta a la que hay que poner coto porque arrasará con todo el sistema se manifiestan los antisistema. Helos ahí, los sucios y sus encubridores. Instalados en el poder,  más parecen  una organización para delinquir que unos gobernantes y dignatarios  de pro.

 

 

Aquí, en Asturias, si creíamos que estábamos libres de pecado, ya tenemos a nuestros propios penitentes. Se había corrido un tupido velo sobre podreduras anteriores. Pero hoy, ya no se puede ocultar por más tiempo. Han salido a la luz hombres y nombres con la suficiente potencia social como para pretender desviar la atención. Si hay lo que hay, y nadie lo desmiente, es para perder la fe. Al menos en aquellos que nos gobiernan, no solo desde los ejecutivos, sino también desde los poderes legislativos que con su silencio o ineficacia han permitido durante años depredaciones tan gigantescas y profusas. Aquí, en Asturias, en España y en Europa. Que no en vano el actual presidente de la Comisión Europea libró trato de favor a los poderosos, perjudicando a los más endebles. Porque cada vez que una gran empresa deja de pagar los impuestos debidos, (o se le reducen al mínimo imprescindible), es el pueblo llano el que paga los platos rotos. Es a la ciudadanía a la que se roba. Menudo ejemplo. Y no dimite ni dios.

 



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