Peligrosa espoleta

Es histórico que cuando la filosofía de Occidente daba sus primeros y vacilantes pasos en Grecia, en la India nacían unas doctrinas espirituales que marcaron y cambiaron la existencia de millones de personas, todo gracias a un “receptáculo-consciencia” llamado Siddharta Gautama, pero que todo el planeta conoce como Buda, el “Iluminado”: un hombre, “que consiguió liberarse del dolor”, el gran sueño inalcanzable de cada humano.

 

La India es un hervidero de credos, rezos y desesperanzas. Se dice, como un slogan, que ese país de cerca de 970 millones de personas es la mayor democracia existente, igualmente la nación donde más desigualdades existen, una extraña ambivalencia incomprensible que posiblemente tenga su base más allá de las enseñanzas llamadas tántricas, algo que lanza al creyente hacia el conocimiento superior, y aún así incapaz de dar de comer al hambriento, agua al sediento y manto al desnudo.

 

Comerse una vaca es pecado, aunque eso solucionaría el hambre de mujeres, niños y ancianos, pues Buda, en los sueños a la orilla del río Ganges, como otro “Cristo”, pensó que la armonía del Universo que ayuda a llegar al serenísimo “nirvana”, pasaba por respetar todo lo vivo, especialmente el ganado vacuno, en su época escaso y, como lo haría cualquier ecologista o “verde” de hoy,  era necesario cuidar ese especie. La idea fue plausible: el resultado desastroso.

 

 Del pasado, se pasó a la energía nuclear y hoy India en esa materia es una potencia, y aunque la usa en proyectos  encauzados hacia el desarrollo de tal inmenso país, el ya perpetuo enfrentamiento por Cachemira en Pakistán – territorio que igualmente posee energía  nuclear, es un latente peligro en la zona y, cada cierto tiempo,  hay provocaciones armadas y pudiera, en cualquier momento, abrir la peligrosa espoleta.

 

Hemos escrito aquí mismo en otras ocasiones nuestra opinión muy particular sobre las campañas contra la energía nuclear, coincidiendo en esto con otras personas de más calibre y conocimiento en la materia. “Los ecologistas - decía por ejemplo el científico Lovelock autor de un sólo libro “Gia” - consideran que lo nuclear es demoníaco. Sin embargo, se trata de una energía natural. El Universo no es más que una infinita cadena de explosiones nucleares; cada estrella es un reactor nuclear, y en nuestro planeta existen “reactores espontáneos” creados por microorganismos. Las centrales nucleares no hacen otra cosa que reproducir, al servicio del hombre, fenómenos que existen en la naturaleza.”


Todos los seres vivientes del planeta Tierra, son producto, y estamos aquí, gracias a una explosión atómica, el llamado “Big Bang”, por lo tanto usted y yo lector, somos  una creación directa de las estrellas, es decir, pura y limpia energía.



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