Indignos e indignados

Los vergonzosos sucesos del pasado lunes 27, relacionados con la red organizada por 51 presuntos indeseables, dirigidos por el castizo y simpaticote Paco Granados, ha sido la gota que ha colmado el vaso de las indignidades cometidas  por políticos y algún empresario, y una indignación más para los ciudadanos. Gran parte de la prensa, de papel y digital, dedican casi a diario portadas y ampllios espacios a informar sobre los reiterados casos de corrupción. La especialización alcanzada por nuestro periodismo de investigación, está demostrando, en algunos casos, cotas de eficacia encomiables. Habría que preguntarse en que situación nos encontraríamos ahora sin disponer de esta eficaz colaboración periodística.

     En otro sentido, los  partidos políticos dicen emplear grandes esfuerzos en luchar contra la corrupción pero con nula eficacia, dado que el número de sinvergüenzas  crece en progresión geométrica, al igual que las cantidades sustraídas. Tal situación ha provocado nuevamente que los líderes  políticos, Rajoy (PP) y Sánchez (PSOE) se culpen de sus respectivas porquerías y caigan en el penoso espectáculo del “Y tu más”, aderezado con las correspondientes descalificaciones que para nada sirven y menos solucionan.

     Lo que nadie comprende es esa necesidad pretendida por algunas formaciones políticas, destacando con diferencia en el PP, pretendiendo alcanzar pactos en la lucha contra la corrupción. No es eso lo que demanda la sociedad, entre otros motivos porque desconfían y con razón de todos ellos, es más, incluso sospechan que podrían suponer nuevas plataformas para protegerse  que les permitieran ocultar sus respectivas fechorías. La ciudadanía considera que cada partido debe dedicarse a sanear sus propias miserias y denunciar las del contrario, y que la legislación necesaria para corregirlo surja del debate entre todos los partidos en el seno del Parlamento.

     La sociedad española ya se siente tan sumamente escarmentada que no creen absolutamente en nadie. Recientemente,  fueron noticia otra vez los pagos en dinero negro para atender las obras realizadas en la sede del PP en la calle Génova, algo que han estado negando hasta la saciedad todos los altos dirigentes populares, a la que ya no se le otorga la más mínima credibilidad.

    Tampoco aportan nada nuevo la estrategia urdida por Granados y sus dos amigos Marjaliza y De Pedro. Una vez más, aprovechándose de sus múltiples contactos políticos en ámbitos municipales y autonómicos, gestionaban para ciertos empresarios el que consiguieran contratos públicos por sus servicios. Un pequeño “Gurtelito” en el que todos quedaban satisfechos y todo ello por un módico 3% en concepto de comisión de cada contrato. Así de sencillo

     En esta ocasión, el escándalo de la macrorredada ha causado tal repercusión que hasta el mismísimo Partido Popular decidió la suspensión inmediata de militancia de todos los posibles implicados, algo quizá precipitado al privarlos de la presunción de inocencia, pero tratando de evitar que la oposición (PSOE), nuevamente les acusase de su agobiante lentitud en la toma de decisiones. España no puede convertirse en un instrumento para que un amplio colectivo de amorales se granjee jubilaciones de oro. Recordemos que durante la campaña electoral de las elecciones generales del 2011, Tanto Rajoy como restantes altos cargos del PP se presentaron como los adalides de la honradez, declarándose acérrimos enemigos de todo atisbo de corrupción que perseguirían sin descanso y comprometiéndose a luchar sin tregua por la regeneración democrática. Teniendo en cuenta todo lo que está sucediendo, huelga preguntar donde quedaron todas aquellas promesas voceadas en los mítines. Esperanza Aguirre, como siempre, fue la primera en reaccionar y pedir perdón, algo que hizo posteriormente Rajoy pero sin convencer. En los críticos momentos en que nos encontramos, tales peticiones no son ni de nada sirven para evitar el tremendo escepticismo reinante en la sociedad sobre la clase política.

     Agotamiento y la desconfianza actualesl han alcanzado tal magnitud que la credibilidad en el sistema es prácticamente inexistente. La primera petición  de los españoles para poder recuperar la esperanza, pasa porque todos los corruptos, una vez juzgados y condenados, devuelvan el dinero robado más la multa correspondiente. Palabras y promesas ya no bastan. Recordemos que los españoles en el 2011, votaron masivamente al PP, otorgándole una cómoda mayoría absoluta para que resolvieran nuestros problemas, y ahora, tristemente, estamos comprobando que el verdadero problema es precisamente dicho partido con su presidente a la cabeza.

     Cada vez son más los electores que esperan con ansiedad los comicios del 2015 para castigar el PP con su única arma disponible, léase el voto, que en muchos casos, a la vista de los acontecimientos será canalizado hacia “Podemos”,  aunque solo sea, dolorosamente, a modo de purga para el partido gobernante  y les sirva de desahogo. Son conscientes que otorgar el poder al populismo no será la solución para nuestro maltrecho país, pero si un alivio inmediato para contrarrestar el sufrimiento padecido. A nadie se le oculta que muchas de las ocurrencias siderales de “Podemos” tendrán un corto recorrido, salvo para los desesperados y aquellos que están totalmente entregados a este movimiento.

     En efecto y a la vista de las encuestas, PP y PSOE solo aportan crispación, desafección y hartazgo a los ciudadanos, cansados de sus enfrentamientos , tanto en los medios como en tertulias de opinión, que cada vez cuentan con menos seguidores por las repeticiones cansinas de sus participantes, entre otras cosas porque siempre son los mismos, salvo excepciones. Lo cierto y verdad es que ninguno de los dos partidos se encuentra en situación de ofrecer lecciones de moralidad, si bien los socialistas, amparándose en la mala racha por la que merecidamente está pasando el PP, unido a lo que se les viene encima, han considerado oportuno no pactar absolutamente nada y subir el tono de sus intervenciones en el Congreso y Senado, demandando la comparecencia de Mariano Rajoy y así poder afearle su  inoperancia para gestionar y gobernar.

     Los trabajadores, incluso los que disponen de un empleo, con sus sueldos miserables, no les queda otro remedio que seguir endeudándose, de ahí que personas sorprendentemente sensatas y moderadas, ya no sientan escrúpulo alguno hacia una formación como “Podemos” a la que decididamente votaran. Ya no les asusta como en un principio las consecuencias políticas que podría acarrearle su decisión en el panorama nacional. Es una forma más de desquitarse de tanto padecimiento y tanta estafa contra los aparentemente débiles por parte de una legión de desaprensivos, a los que únicamente ocupa y preocupa mejorar sus condiciones de vida a costa de quien sea y como sea; solo tienen que tomar ejemplo del mencionado Sr. Granados, todo un catedrático en la materia.

     Presidente, esto está bastante más jodido de lo que parece y sobre la profecía de que pasará a la Historia como “Mariano el Breve”, cada vez cobra más visos realidad…¡¡Tiempo al tiempo!!



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