La intervención ante los medios de comunicación de Esteban González Pons, vicesecretario de estudios del PP y eurodiputado, en relación al constante goteo -ahora ya convertido en tormenta perfecta- de casos de corrupción que afectan masivamente a miembros significativos del Partido Popular en el Gobierno, me recordó a Carlos Arias Navarro comunicando la muerte de Franco. Por poco, en lugar de decir que en el Partido Popular estaban indignados con los corruptos, se le escapa decir: "¡Españoles!, el Partido Popular...ha muerto".
Y es que proclamar su falsa indignación -después de años de defensa a ultranza de la dignidad de su formación, después de poner como ejemplo de buen gobierno aJaume Matas y su equipo, después de salir en grupo a escenificar una conspiración contra el PP cuando saltó el caso Gürtel, después de defender hasta la extenuación al valenciano Camps y al castellonense Fabra, después de que el propio Presidente, Mariano Rajoy, calmase con mensajes tranquilizadores al imputado tesorero, Luis Bárcenas, después de la cada vez más evidente financiación ilegal del Partido, después de la cada vez más confirmada existencia de cajas de dinero negro "B" y "C", después de que el propio Partido abonase las obras de reparación de su domicilio social con el mismo dinero negro, después de corrupción indefinida...- suena a "escrache" a la inteligencia de los ciudadanos.
Es vergonzoso que los mismos que amparan y consintieron e incluso participaron en asuntos turbios, sin moverse de sus puestos, ahora pretendan auto proclamarse indignados e incluso promover pactos contra la corrupción.
Puesto que ellos no dimiten, el único pacto válido serán las urnas. Mediante ellas -si los españoles tenemos la suficiente madurez- cabe la posibilidad de una auténtica regeneración. Con más de lo mismo y los mismos personajes, imposible.