Mariano y su banda

Hace unos días, cuando la descoordinación y la pésima gestión de la crisis del ébola en nuestro país era manifiesta, desde Roma el presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, se atrevía a decir públicamente que todos sus colegas europeos (¿...?) le felicitaban por lo bien que se estaba afrontando el asunto en España.
Y era tan bien cómo lo estaban haciendo que el viernes y a marchas forzadas, obligados por los profesionales sanitarios, por la opinión pública y los resultados manifiestamente malos, tuvieron que dar un giro de 180 grados a su gestión y apartar de la primera línea a la ministra de Sanidad, Ana Mato, para crear un comité especifico con el fin de gestionar y hacer un seguimiento de la crisis, controlado por la vicepresidenta del Gobierno, Soraya Sáez de Santamaría
Con posterioridad, Mariano Rajoy, visitó el desmantelado Hospital Carlos III -en el que se encuentran ingresados algunos de los posibles efectados por el ébola, ya que confirmado solo está el contagio de la auxiliar sanitaria Teresa Romero- y después de intercambiar unas palabras con los profesionales del hospital (algo es algo) habló ante la prensa en un lateral del edificio, por supuesto sin admitir preguntas.
Lo que dijo y nada, todo uno.
Soltó frases de las utilizadas en todo tipo de discursos: "creo que es bueno dar este mensaje a los españoles", "estoy absolutamente convencido...", "todo lo que sea absolutamente necesario...", o, para finalizar y refiriéndose a la salud de la enfermera "estoy absolutamente convencido que le preocupa a la inmensa mayoría de los españoles". Al hablar de esa tan nombrada inmensa mayoría, ¿es que sabrá de algún español que no le importe la salud de Teresa Romero?.
Y ya lo último -una vez conocido que hay un segundo caso de contagio fuera de África- fue decir que "en Occidente sabemos poco del ébola". Una cosa es saber poco y otra cosa estar gestionando un asunto tan preocupante, relacionado con la salud de los españoles, como si se tratase de un bingo.



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