Llama mucho la atención estos días lo que está pasando en los EE UU de América, donde cada vez más se apuntan dos tendencias: la del equilibrio de los dos grandes partidos y la de aparición de toda una constelación de satélites, que apuntan a la madurez de la diversidad política.
Nada es verdad ni mentira, sino duda y posibilidad a la vez, como consecuencia de lo cual, se multiplican las interpretaciones, según cada cual que mire se coloque para ver. O lo que es lo mismo, según el punto de vista del espectador.
Suele ocurrir cuando se buscan testigos de algo que pasó ante muchos y cada cual lo vio de manera diferente y hasta contradictoria.
Cada vez es más difícil encontrar grandes masas dispuestas a conformarse con interpretaciones colectivas, y mucho menos si están hechas por quienes tratan de llevarnos al apoyo de su particular conveniencia, que ni siquiera es su convicción.
Incluso al tratar de interpretar quién ganó en aquel país al llegar a un acuerdo respecto de la elevación del tope de su deuda, si republicanos o demócratas, se puede afirmar con las mismas probabilidades de acierto, previo afirmar que ni los unos ni los otros, el que ganó fue el miedo, o tal vez el sentido común, ambos, miedo y sentido común, colectivos, y ambos, con lo que está ocurriendo en la historia de la humanidad, legítimos y justificables.
Lo peor, o tal vez lo mejor, es que la contradicción permanece, y con ello las paradojas que nos mantienen en vilo a todos y son posible causa de este haberse adelantado este año el otoño benévolo de que disfrutamos, o tal vez sufrimos.