Hubieran debido hacerlo hace mucho tiempo. La Constitución está para seguirla… y para cambiarla y mejorarla cuando es oportuno. Saben ustedes –o deberían saber- que el capítulo octavo, sobre la vertebración del Estado, quedó incompleto (“sinfonía inacabada”, dijo el Presidente Adolfo Suárez) porque ya los tanques de unos (“roja sí, rota no”) y las imposiciones de otros aconsejaban hacer la transición de la dictadura a la democracia en más de un paso, asegurando que a un presidente civil le sustituiría otro igualmente civil… Y no olviden tampoco los nacionalistas españoles que el golpe de Estado tuvo lugar… sin que, por milagro, se produjeran daños irreversibles.
Y tengan también en cuenta la recogida de millones de firmas y la obcecación discriminatoria de su Estatuto.
Y que no se anticiparon, como debía ser, a proporcionar, con una federación inspirada en las que mejor funcionan, un auténtico auto-gobierno.
Han dejado irresponsablemente que la expresión catalanista fuera derivando, basada más en la emoción que en la razón, hacia adhesiones soberanistas.
Desde el primer momento habían tenido que reconocer el derecho a decidir… lo “decidible”. Y la secesión no lo es (ni en las Naciones Unidas ni en la Unión Europea). De conseguirse hipotéticamente, los ciudadanos verían mermadas de inmediato las características más esenciales de una ciudadanía plena.
Pero sí que es “decidible” un sistema federal que permita, en un contexto realmente democrático y teniendo en cuenta la opinión de todos los ciudadanos, disfrutar sin restricciones de una genuina autonomía.
No ofrezcan horizontes luminosos cuando son conscientes de que no lo serían en la práctica. Ofrezcan ilusiones de “ser más” –más libres, más transparentes, más activos- todos los ciudadanos, no sólo unos cuantos.
No aplacen iniciar esta gran reforma ni un día más. Las frustraciones, el desconcierto, van en aumento y pueden desembocar en actitudes que deben evitarse.
¡Siéntense y, en compañía de todos los interlocutores posibles, establezcan rápidamente un nuevo panorama! Una España federal en una Europa federal también, que permitiría aplicar a los mercados, con gran firmeza y templanza, el tratamiento que exige la igual dignidad de todos los seres humanos.
La reforma de 2011 se hizo apresuradamente bajo la presión del Banco Central Europeo, presionado a su vez por los omnímodos y omnipresentes mercados. Fue un error aquella obediencia, que llevó, con gran descaro, hasta nombrar sin urnas a los gobiernos de Italia y Grecia, cuna de la democracia. La reforma de ahora debe hacerse apelando a la colaboración del mayor número posible de personas que permitan diseñar un proceso realmente satisfactorio para todos o casi todos.
No jueguen con la buena voluntad de tanta gente que no puede apreciar la diferencia entre “consulta” y “referéndum”. Que los irreductibles expliquen qué sucedería al día siguiente de la “independencia” para que la inmensa mayoría sepa a qué atenerse. Es inaplazable. Y es un error, insisto, pasarse el día amonestando, amenazando… en lugar de esclarecer el futuro, hoy tan sombrío.
¡Reúnanse!
¡Siéntense!