granitos de arena

Algunas veces, intentando indagar las dudas de la existencia, creemos que nuestro pequeño mundo es un minúsculo granito de arena sobre una playa inmensa, y Dios un ser  que la va pisando.

 

 Cuando genios como Edgard Wilson y Noam Chomsky conversan, como apunta Guy Sorman en “Los verdaderos pensadores de nuestro tiempo”, acerca de nuestros eventuales progresos, posiblemente no se den cuenta de que avanzamos al ritmo del descubrimiento científico, “y en detrimento de nuestra pretensión de ser sólo cultura”.

 

Según Sorman, esto debe ser interpretado correctamente: la biología es una coacción, pero no una fatalidad, y nuestra naturaleza consiste también en dominar la naturaleza.

 

¿Y Dios? Un misterio  maravilloso que nos mira desde alguna parte. El cerebro no está preparado hacia el sendero  de comprenderlo, según el razonamiento de  Marvin Minsky, el llamado padre de la inteligencia artificial; a tal razón es comprensible que el Universo – su creación y existencia - siga siendo un enigma en la hondura  de toda la eternidad.

 

A falta de esa concreción, la ciencia intenta llenar el vacío y sacar a la humanidad de su pobreza y sufrimiento, aún a costa de acciones que al principio nos escandalizan y nos dan terror.

 

 Estamos construidos sobre una inmensa playa donde solamente  una mota de polvo indefensa nos defiende de lo desconocido.

 

 No es ciencia ficción.  La selección genética de embriones dedicados a concebir bebés y poder así curar enfermedades es una realidad  hace una década.

 

 La decisión se tomó en su momento tras analizar los avances de la ciencia en aquellos últimos años, a fin de poder ayudar a “un pequeño número de familias con niños muy enfermos”. Añadiendo que la medida no se aplicará de forma generalizada sino después de estudiar cada caso.

 

Según un destacado médico, la medida es “una pendiente resbaladiza” y “nunca será correcto fabricar seres humanos para reparar a otros”.

 

Algunos doctores, en cambio, son  partidarios de obtener soluciones a partir de un “bebé de diseño”.

 

La idea es clara: producir embriones con un tratamiento de reproducción asistida y elegir el más adecuado para implantarlo en el útero de la madre.

 

La selección de óvulos se hace  cuando se constata que no hay donantes vivos compatibles con el enfermo; los padres podrían elegir un óvulo a través de la técnica llamada diagnóstico, con el objetivo de producir otro sano y que además contenga el material genético adecuado al niño enfermo.

 

Inmediatamente,  ese inicio se implantaría en la madre y cuando el bebé naciera se usarían sus células en el cuerpo del hermanito enfermo.

 

Visto así, pareció durante un tiempo – y hay sectores que lo califican así -  de una acción bárbara, algo como crear polluelos y llevarlos el matadero, y tal vez lo sea si miramos las cosas en la pequeñez de nuestro intelecto; ahora bien, la naturaleza  necesita de esas acciones que le ayudan a sobrevivir. Es la ley ineludible de la existencia.

 

Más sorpresas habrá: en los próximos 50 años los seres humanos vivirán sin graves problemas más de cien años. Espacios de la mente serán transplantados. No seremos eternos, eso es cierto, tampoco creo que valdría la pena.

 

Reír o llorar durante muchas décadas nos cortarían los sueños y harían segmentos las esperanzas. Vivamos lo justo, pero bien y  gozosos.



Dejar un comentario

captcha