Tres meses, noventa días de encierro llevan las compañeras del ERA. Me van a permitir que hable en femenino, dado que son mayoritariamente mujeres y ahí radica su principal problema: la invisibilidad.
Vamos a ver. Tres meses. Si fueran de una empresa de amortiguadores o trabajaran en la mina o en el naval, estarían ocupando todos los días la portada de los periódicos. ¿O no?
¿Qué está pasando? Que yo sepa, tienen nutrida y sonora presencia en todos los actos públicos. ¿A qué se debe esta mínima repercusión, este silenciamiento? ¿Acaso queman pocos neumáticos? ¿Deberían multiplicar las barricadas y los escraches? ¿O será que no tienen bigote?
Con su permiso, les diré que esta última opción la tengo presente desde el primer día. En este país machista, con un machismo público e institucionalizado que abarca todos los sectores, una movilización mayoritariamente de mujeres ocupa un escalón más bajo en el ranking de movilizaciones. Ojo: también para los sindicatos y partidos políticos.
67 mujeres asesinadas por violencia de género en 2014, más de 1.500 desde el año 95, muy por encima de las víctimas de ETA. ¿Y cuántas personas asisten a las concentraciones contra el terrorismo machista? ¿Qué medidas se adoptan desde los poderes públicos? ¿Qué modelo de sociedad estamos construyendo?
Así que, compañeras del ERA, sois unas heroínas: lucháis por vuestros derechos laborales, sufriendo además la discriminación de esta sociedad machista y patriarcal. Os doy las gracias por vuestro ejemplo y uno mi modesta voz a vuestras reivindicaciones. Juntas, nunca estaremos solas.