Una vez más, Rajoy, asesorado por su eterno gurú Pedro Arriola, ha optado por la estrategia de demorar la toma de decisiones hasta el límite. En esta ocasión consiste en no abordar la nominación de candidatos para municipales y autonómicas hasta final de año, con un triple objetivo: despistar a la oposición, evitar que se los carguen antes de tiempo y mantener la inquietud de todos los actuales alcaldes del PP, quienes ignorarán si repiten o no, con la consiguiente repercusión es su estatus socio-económico al igual que muchos de sus concejales que también aspiran a repetir en el cargo. Algo muy parecido al ensayo realizado con Arias Cañete en las pasadas elecciones europeas, cuyo resultado arrojó la pérdida de 2,5 millones de votos.
En esta ocasión, los sesudos analistas de Génova, tras profundísimas reflexiones, han llegado a dos brillantes conclusiones que justifican sus generosos sueldos. A saber: que las campañas electorales sirven para decidir el voto de los ciudadanos y las encuestas realizadas con excesiva antelación resultan poco fiables. La teoría de estos expertos se basa en que la orientación del voto no se decide hasta el último momento, motivo por el cual el presidente del Gobierno, ante tan deslumbrantes descubrimientos se regocija y ratifica en las bondades de su sabia calma, lo que le permitirá elegir con su santo “dedazo” a los políticos locales y regionales con más opciones de ganar e incluso obtener mayoría absoluta.
No obstante, el Jefe del Ejecutivo, que como buen gallego desconfía hasta de su propia sombra y con gran cabreo de algunos regidores de autonomías y localidades, ha ordenado que se realicen encuestas internas en todas las regiones y municipios. En dichos sondeos se incluirán a políticos tradicionales y alguna cara nueva para añadirle más intriga al tema, y que nadie se considere seguro de que será nominado nuevamente como cabeza de lista. Al parecer todas estas maldades han sido urdidas con la colaboración de la secretaria general, Cospedal García, que no pasa precisamente por uno de sus mejores momentos….
Hasta aquí, aparentemente, todo muy bonito, pero en esta ocasión los indicios presagian que las campañas electorales de los comicios a celebrar en el 2015 serán complejas y durísimas. La pretensión de Rajoy en torno a modificar la ley electoral sin el apoyo del PSOE es una locura que pone de manifiesto el pánico que le producen las próximas municipales, en las que los populares pueden perder alcaldías tan importantes como Madrid y Valencia, de ahí su empeño en que gobierne el alcalde más votado, propuesta que ha sido rechazada por toda la oposición a través del frente común organizado por el partido Socialista para oponerse la pretendida reforma.
Mire don Mariano, cacicadas y manipulaciones cada vez son peor aceptadas. El intento de cambiar la ley electoral debería haberse planteado hace dos años, pero nunca a ocho mese vista de la celebración de las municipales. Proponerlo ahora y con urgencia resulta grotesco y demasiado descarado. Además, ya va siendo hora, edad tiene para ello, que considere que en el seno de su propio partido están creciendo las descalificaciones y protestas soterradas por falta de libertad, que se manifiestan en voz baja por temor a la pérdida del puesto. El descontento y las permanentes imposiciones enrarecen el clima y crece el malestar. Es la única formación política que continúa negándose a la celebración de primarias. Los pensionistas se van muriendo y la gente joven y no tan joven ya comienza a repugnarles la total ausencia de democracia interna, unido a tener que soportar no solo su especial dedazo, sino el de todos los jerarcas de turno, que se comportan despóticamente en función del trato que ellos mismos reciben. Que en el PP ha existido corrupción es innegable y no es solución ni sirve de nada el ocultarlo y mirar para otro lado pretendiendo ignorarlo todo. La sociedad está asqueada de que nadie devuelva las apropiaciones indebidas.
Más que un relevo generacional, en el PP lo que se impone es un cambio radical, otra forma de actuar. Disponer de un espacio en el cual se pueda respirar y comunicarse sin temores y con otro discurso sobre la corrupción, listas abiertas y un largo etcétera Es necesaria más transparencia. Mientras rija la imposición y continue el ordeno y mando, el PP no podrá definirse como un partido democrático. Militantes, simpatizantes y votantes perciben el deteriorado clima reinante con el consiguiente desengaño al comprobar como su propio partido se descompone con gran dolor pero sin solución de continuidad. El PP se ha quedado desfasado en muchos aspectos, pero mucho peor aún es el negarse a reconocerlo y continuar instalados en un ruinoso " mas de lo mismo".