He aquí que el señor Pujol ha delinquido, según confesión propia (dejemos, de momento, de lado, los presumibles actos de su familia). Lo hizo, es obvio, porque sabía que sabía la Administración que había delinquido (hasta ahora había negado tener ningún dinero fuera).
Pues ahora va y demanda al banco de Andorra donde tiene depositado "su" dinero (o uno de aquellos donde tiene depositado su dinero) por revelación de secreto bancario. De ese modo, y al margen de argucias judiciales para salir indemne, quien haya denunciado al delincuente se convierte en víctima y el delincuente en víctima. ¡Es que hay veces que las leyes, puestas a proteger...! Como cuando la ley de protección de datos prohíbe hacer públicos los datos de los morosos, en las comunidades, por ejemplo. ¡Pues vaya negocio para los morosos profesionales (no saben ustedes cuántos hay, y no son pocas veces los que más coche tienen y viajan más -a costa de los demás-).
(Por cierto, y mutatis mutandis, ello recuerda un poco el caso de Reinares, el concejal y exdiputado ovetense: denuncia una trama conspirativa y pena él por hacerla pública).
Y, volviendo a don Jordi y su próstata (la causa, tal vez, de que en los últimos tiempos "no hubiese encontrado el momento de declarar" ese dinero oculto: ya se sabe, lo apuros cuando uno menos lo espera), ahora resulta que para el catalanismo barretinesco el haber destapado los actos delictivos de don Jordi (y de sus hijos, de los cuales alguno ya ronda los tribunales) es una conspiración contra Cataluña y el independentismo.
Pues nada, solo una conclusión: tal para cual. O, dicho en términos claros: pancarta contra los ricos, pancarta contra los bancos, pancarta contra el capitalismo, pancarta contra los defraudadores -sean individuales o colectivos (es decir, nosotros)...; pero, si son de los nuestros -ricos, banqueros, capitalistas y defraudadores-, pancarta contra los que los señalan, denuncian y encausan.
¡Puxa!