Enzima prodigiosa

Confieso que no leo los periódicos, la manipulación me perturba. Las noticias de actualidad me llegan a través de la radio y de personas cercanas. No renuncié, todavía, a leer las revistas y magazines de ocio que acompañan los periódicos, en la medida en que me proporcionan información sobre moda, sociedad, colonias y libros, es decir, cuestiones intranscendentes poco dadas a la tergiversación.

En uno de estos magazines se hacía especial hincapié en la conveniencia de leer el libro “La enzima prodigiosa” del médico japonés Hiromi Shinya, por la valiosa información que proporciona en orden a una alimentación saludable.

Como quiera que las vacaciones proporcionan buenos momentos para la lectura, me puse manos a la obra.

La leyenda que a modo de entradilla rubrica el libro es tremendamente sugestiva " una forma de vida sin enfermar".

Las recomendaciones que efectúa el autor son fruto de la experiencia clínica obtenida tras examinar los estómagos e intestinos de más de 300.000 personas durante más de 40 años de ejercicio profesional.

Todo gira en torno a la denominada "enzima prodigiosa" que es una enzima vital generada corporalmente a partir de un sistema de vida y alimentación.

El cuerpo tiene la capacidad de curarse a sí mismo y la clave son las enzimas.

La enzima es una proteína catalizadora que se forma dentro de las células de los seres vivos.

El autor entiende que hay una enzima madre, una enzima prototipo, que como respuesta a una necesidad particular, tiene el potencial de convertirse en cualquier enzima.

Para Hiromi, la salud depende de lo bien que se mantengan las enzimas madre del cuerpo.

Pues bien, para mantener en buen estado estas enzimas hay que mejorar el estilo de vida cotidiano, factor más importante y más eficaz que la cirugía y los medicamentos.

Lo más destacable y lo que más impresión me causó es que rompe con muchos mitos muy arraigados. Así, por ejemplo, las dietas altas en proteínas dañan la salud, la leche y los yogures son difíciles de digerir e imposibles de asimilar, los antiácidos causan daño irreversible al estómago, la margarina es veneno…

En cuanto a la grasa, formula razonamientos contundentes.

La grasa de un animal cuya temperatura sea más alta que la del cuerpo humano debe ser considerada como grasa mala y la grasa de un animal cuya temperatura corporal sea menor que la del cuerpo humano debe ser considerada como buena.

Si la temperatura de la vaca, el cerdo o las aves, oscila entre 38,5 y 41 grados, y la temperatura de los peces, al ser animales de sangre fría es mucho más baja que la de los humanos, las conclusiones son obvias.

La sangre animal, al entrar en el cuerpo y, por tanto, en un ambiente de menor temperatura, se vuelve más pegajosa y se hace más densa, se estanca en los vasos sanguíneos y se congestiona.

Por contra, la grasa de los peces, al entrar en el cuerpo se hace fluida, disminuyendo el nivel de colesterol de la sangre.

Para el autor, la comida ideal se compone de un 85 por ciento de vegetales y un 15 por ciento de animales.

La clave, masticar bien. Salivar adecuadamente los alimentos disminuye la necesidad del estómago de disponer de enzimas para la digestión con lo cual pueden aplicarse a otros menesteres. Salivando se activa la enzima digestiva llamada amilasa.

Para Hiromi, los hábitos reescriben los genes, de tal manera que la mayoría de las enfermedades se generan por hábitos, más que por la herencia.

Los peores hábitos, alcohol y tabaco.

Debemos beber agua, mínimo litro y medio, para mejorar el flujo de sangre y acelerar el metabolismo.

Recomienda como buena dieta la integrada por un 85 por ciento de alimentos vegetales (granos integrales, arroz integral, trigo integral, cebada, cereales, pan integral y leguminosas, judías de soja, garbanzos, lentejas, judías blancas y negras y alubias, patatas, zanahorias, remolacha, algas, frutas, semillas y nueces), 10-15 por ciento productos animales (pescado preferiblemente pequeño, pavo o pato en pequeñas cantidades, huevos y leche de soja, de arroz o de almendra).

En cuanto a los alimentos prohibidos y que por tanto deben ser eliminados, son los siguientes:

- productos lácteos y derivados

- café

- dulces y azúcares

- alcohol

- tabaco (aunque no sea un alimento)

- chocolate

- grasas y aceites

- sales

Sigo confesando que los razonamientos de Hiromi me parecen muy acertados y desde hace quince días estoy intentando seguir unos hábitos de vida saludable. Doy fe de que prescindir de los productos lácteos, de los que era consumidor habitual, y de los postres, me ha reportado una talla menos de pantalón respecto a la ya exigua que utilizaba. Pudiera pensarse que la leche es insustituible. No lo es. La leche de almendra, de soja o de arroz (por cierto, con menos calorías) son buenas compañeras de desayuno. Respecto a los yogures, la infinita variedad de preparados infantiles que ofrece el mercado, constituyen una buena opción.

En realidad, las reflexiones y consejos de Hiromi, excepto en lo que se refiere a los productos lácteos (¿por qué los médicos siguen recomendado su consumo si son indigestos y no se asimilan?) y a la margarina (si es veneno, ¿por qué no se prohíbe?), son ideas que podríamos encontrar en el reverso de un posavasos.

La lectura del libro fue agradable y útil, el corolario, no. Tengo la sensación de que los médicos deben pasar, junto con políticos y jueces, a engrosar esa trilogía de colectivos cuyas equivocaciones, errores y cambios de criterio, no generan responsabilidad alguna.

Decía Hipócrates (coincidiendo plenamente con Hiromi) "Que tu alimento sea tu única medicina". Montaigne, se refería a los médicos como hombres de suerte: "Sus éxitos brillan al sol, sus errores los cubre la tierra".

Espero haber interpretado correctamente a Hiromi; he seguido los consejos de Mark Twain "Tenga cuidado con la lectura de libros sobre la salud, podría morir de una errata de imprenta", pero me quedo con la recomendación de Salomón: "La mejor medicina es un ánimo gozoso".

Tengo la impresión, jugando con los porcentajes de Hiromi, que el 15 por ciento de los alimentos que consumimos, nos mantienen vivos, el 85 por ciento restante, mantiene vivos a los médicos.

 

FELICES VACACIONES.

 



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