Paseando por la feria

Mientras el Sella estaba a reventar, aunque acudió, al decir de todos, menos gente que otros años, fui a Gijón a visitar la 58 edición de la Feria Internacional de Muestras. Aquí, lo contrario, más gente que nunca pese a que las invitaciones se han restringido al máximo por la huida de grandes empresas y una entrada cuesta 3,90 euros. Tal era sobre las 13,00 horas la afluencia de gente que la Policía Local tuvo que cortar los accesos en coche al recinto. A la entrada, varios policías nacionales, uno de ellos con una modesta cámara de video en la mano. Enseguida comprendí la razón de su presencia, dentro del recinto ante el stand de Cajastur, ni la más mínima mención a Liberbank, un grupo de personas con camisetas verdes y la expresión “¡Si podemos!” protestaba pacíficamente ante la mirada de otros dos agentes. Por supuesto el personal pasaba de largo en busca de los bocatas.

Lo cierto es que la feria de internacional tiene poco. Este año solo asomaron algo  la nariz nuestros vecinos de Portugal. Si quitamos los stands institucionales y cuatro grandes grupos, el estático Masaveu, el de EDP, el que más se mueve por la guerra comercial que hay en el mercado eléctrico, el Banco Herrero/Sabadell y Liberbank a través de la marca Cajastur, lo demás de refiere a una gran exposición de concesionarios de automóviles y a chiringuitos de comida y bebida además de los de baratijas y objetos oportunistas como la sartén mágica, el enguento para dolores o los cds falsificados.

La feria con el paso de los años y la crisis ha perdido fuelle industrial y empresarial. Ha perdido prestigio, diría, para convertirse en un gran zoco. ¡Que tiempos aquellos en que varios ministros y personalidades del mundo empresarial acudían a Gijón!. Había ciclo de conferencias, se debatía la situación de la región y otras muchas cosas. La feria del bocata, que es lo que se ha convertido, tiene tirón porque el índice de consumo es alto. Hasta la mítica “La Paloma” de Oviedo se ha instalado por primera vez en el recinto ofreciendo su exquisito vermouth. El personal queda bobo viendo al barman José Luis ofrecer tan rica bebida. Claro que gran parte de los chiringuitos hosteleros aquí presentes dejan bastante que desear. El servicio se nota es que está improvisado y es poco profesional, las viandas se preparan con prisas y la limpieza deja mucho que desear pero todo sea por el bocata y la cerveza veraniega.

Hago un alto en el camino para descansar y me siento en un banco delante del stand de la firma Jaguar ante un modelo que se ofrece por 91.800 euros. Una delicia escuchar los comentarios del público al parar junto a mí para contemplar semejante máquina. El chaval le dice convencido  al padre “Mira, es como el coche fantástico, ¿Cuando me compras uno?”. Un joven con pinta de intelectual a su pareja “El hijo de Jordi Pujol los compra por 2.800 euros”. Otro, “total no puedes pisar en la carretera. Prefiero un 4 por 4″. Más, “lo compras y tienes que llevar la gasolinera detrás“, “Quieto, guaje, no vayas a rayarlo y terminamos en la cárcel”, y así cada dos por tres.

La Feria de Muestras es el músculo de la Cámara de Comercio. Su director, el de la feria, Alvaro Muñiz, es persona competente, discreta y seria, heredero de antiguos y prestigiosos gestores, pero la dirección de la Cámara en los últimos años va venido dando bandazos y perdiendo un poco el norte. La etapa del catedrático Luis Arias de Velasco fue realmente calamitosa; ahora, con el empresario de medio pelo al frente, Félix Baragaño, parecen haberse serenado algo las aguas. Los tres presidente, Paco Menéndez de Avilés, Fernando Kelly de Oviedo y el citado de Gijón, impulsados por la necesidad y la crisis comienzan a hablar, aunque tímidamente, de fusionar las tres cámaras. Hace años que tenia que haberse hecho pero, ya se sabe, a los asturianos nos gustan mucho los reinos de Taifas. En todo caso Gijón es este mes la capital de Asturias y los ovetenses tenemos a 28 kilómetros unas espléndidas playas y gran ambiente.



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