Podemos. ¿Podríamos?

Leí con atención el programa de Podemos y debo admitir que alguna de sus propuestas son muy ingeniosas, conectan con el dolor del ciudadano y, por tanto, provocan una inmediata reacción de apoyo.

¡Quién no estaría de acuerdo con el establecimiento de una renta básica para todos, con el carácter inalienable de la luz, el agua y la calefacción, que nunca podrían ser cortadas, con la eliminación del aforamiento de diputados y senadores, con la prohibición de acumulación de cargos públicos (alcalde, diputado, senador, etc.), con la eliminación de las diputaciones o con la jubilación a los 60 años!

Seguramente todos suscribiríamos tales medidas.

Otras son más discutibles. Así, la prohibición de la tauromaquia (por qué y quién lo ha decidido), la limitación de los mandatos a dos legislaturas (¿habrá algo más antidemocrático que no poder reelegir a quien lo pueda estar haciendo bien?), la despenalización de la ocupación por parte de familias o personas en situación de vulnerabilidad o sin techo de viviendas desocupadas (¿dónde queda la propiedad privada?), o la eliminación de cualquier ayuda o subvención a la enseñanza privada incluida la concertada (¿estaría la administración pública en condiciones de construir escuelas en número suficiente para suplir a la concertada?), por citar algunas.

Hay, además cuestiones difusas. El hecho de que sus eurodiputados se fijen como sueldo el triple del salario mínimo interprofesional significa que aplicando el criterio ya consagrado de que los políticos deben ganar un euro más que el funcionario que más gana, ¿tal cuantía será el tope de los salarios públicos para construir a partir de ella y en sentido descendente la escala retributiva de los servidores públicos?

Las medidas postuladas por Podemos, podrían ser aplicables en una sociedad non nata, en una sociedad creada ex novo en la que no existieran unas estructuras, unos comportamientos y unas normas consolidadas y arraigadas históricamente, admitidas y practicadas por todos sus miembros.

Pero en una sociedad lastrada por su propia trayectoria, en la que las decisiones de mayor relieve ni siquiera le competen, la aplicación de este programa es, lisa y llanamente, una utopía. Más aún, podría suponer un atentado al principio de buena fe y confianza legítima que rige las relaciones entre la Administración y los ciudadanos por cuanto que muchas de las medidas que se pretende implantar chocan frontalmente con decisiones que la propia Administración alentó y promovió en el pasado. Poner el contador a cero sólo es posible en los coches de segunda mano.

Al programa de Podemos le falta realismo y, sobre todo, una Memoria económica en la que se explicite de dónde va a salir el dinero para financiar las medidas propuestas.

Según cálculos realizados por economistas solventes, la aplicación del programa de Podemos aumentaría el déficit en 133.000.000 de euros. ¿Permitiría Europa tal dispendio sin intervenirnos?

Dicen en su descargo que se trata de objetivos máximos, al ser el programa fruto de un proceso asambleario y que deben ser depuradas en el programa definitivo. Por ese motivo justifican que no se haya preparado una Memoria económica que parece que sí tendrán lista de cara a las elecciones municipales, autonómicas y generales. Y éste es, para mí, uno de los mayores problemas de Podemos: que todas las decisiones se toman asambleariamente, como si la democracia directa fuera la panacea de los problemas que nos acucian.

Ya he dicho en anteriores ocasiones que vivimos un exceso de democracia y que las decisiones técnicas deben ser adoptadas por los técnicos. Si la cantidad de hormigón que debe llevar un acueducto lo deciden los ingenieros, ¿por qué las decisiones económicas de relevancia las adoptan los políticos? ¿No es la economía el objeto de estudio de una carrera universitaria, como lo es la ingeniería?

La verdadera democracia no consiste en que el pueblo lo decida todo. La verdadera democracia sólo existirá:

- cuando se garantice que los jueces sean independientes y que su acceso a la carrera judicial se realiza a través de procedimientos que aseguren una adecuada preparación para asumir con garantías la altísima y delicada función de juzgar a los demás, evitando que existan jueces -que los hay- incapaces de distinguir entre el poder legislativo y el poder ejecutivo.

- cuando los incumplimientos formales de los jueces -en especial, la falta de motivación de sus decisiones- sean sancionados con inmediatez y contundencia.

- cuando los programas de los partidos políticos sean un auténtico contrato social cuyo incumplimiento lleve aparejado el cese inmediato de sus dirigentes.

- cuando existan listas abiertas.

- cuando los políticos persigan el bien común y el interés público.

- cuando las decisiones políticas se limiten a elegir entre varias opciones posibles, todas ellas técnicamente correctas y legales.

- cuando se garantice que los medios de comunicación proporcionan una información veraz y cualificada, estableciéndose sanciones severas e inmediatas para quienes calumnien e injurien.

Ésos son algunos de los objetivos a conseguir para construir una verdadera democracia.

Que el pueblo lo decida todo puede conducirnos a pensar que alimentarnos de nuestros propios desechos es lo normal. Recuérdese aquella frase que dice: "Un millón de moscas nunca se equivoca, coma mierda".

 

 



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