Es ya muy famosa una publicidad de un banco, en la cual se ven personas en situaciones fuera del contexto del momento, por lo que están siempre en el lugar equivocado. Eso le pasa al máximo jefe de la guerrilla de las Farc, Timoleón Jiménez, alias Timochenko.
Su última salida en falso, el comunicado que se conoció esta semana en el cual, el cabecilla subversivo señala que no se arrepiente de haber secuestrado, asesinado, masacrado y vilipendiado al pueblo colombiano, que ha tenido que padecer el conflicto armado, el mismo que el gobierno y ese grupo armado buscan darle un punto final.
Y es que el que Timochenko diga que no se arrepiente de sus crímenes y los de su organización, solo demuestra el anquilosamiento de la espiral de odio en la que siguen muchos cabecillas de la guerrilla, que no han podido cambiar el chip hacia una nueva visión de país, una con un futuro de reconciliación, que es tan necesaria como el agua para el cuerpo humano.
Porque, si Timochenko tiene ese pensamiento, entonces qué hará que otros de sus ‘colegas’ de andanzas dejen atrás la inconsciencia de seguir haciendo la guerra, en detrimento de la terminación de la misma, mientras el gobierno y los colombianos, o por lo menos muchos de nosotros, nos la estamos jugando o apoyamos una salida negociada, a este desangre que nos aflige a diario.
Porque, el aceptar que se cometieron errores, es el punto de partida para una verdadera reconciliación, para alcanzar la tan anhelada paz. Pero si la contraparte no acepta esa realidad o no se compromete a dejar atrás esa vida guerrera y terrorista, entonces nada podremos hacer para acabar con el conflicto y mucho menos para forjar una mejor sociedad para nuestros hijos o nietos.
Más ahora que las víctimas buscan ser resarcidas, reconocidas y apoyadas integralmente por el Estado, la guerrilla y el país.
Porque las Farc no solo se han constituido en uno de los carteles de la droga más fuertes del mundo, también se han posicionado como uno de los grupos más sanguinarios del vecindario, con sus atentados terroristas y su forma irregular de hacer la guerra.
Es hora entonces de exigirles a las Farc seriedad (¿una misión imposible?) para concluir con éxito el punto de las víctimas, dentro del proceso de paz que se adelanta en La Habana.
Y pueda que sus voceros digan, de dientes para afuera, que sí, que se equivocaron y le hicieron mucho daño a los colombianos, en pro de su revolución, pero si su máximo cabecilla no ha hecho aún un acto de contrición sobre su actuar, es que todavía las Farc siguen en el carril de la guerra y la destrucción, por lo que el gobierno debe decidir si le sigue apostando al proceso o se para de la mesa, en detrimento de una oportunidad de oro para acabar con este maldito conflicto armado que cumple más de 50 años de triste historia.