La tregua humanitaria entre Israel y Hamás – unos escriben Hamas, sin acento - se respeta a medias. En la organización de Gaza hay dos poderes: el militar y el civil. Y con frecuencia no se ponen de acuerdo; así, ¿quién tiene el control en la franja?
La rama militar, las Brigadas de Qassam, rechazan permanentemente cualquier acuerdo escrito por los políticos, siendo esa la causa, al decir de los analistas del conflicto, de que sea tan difícil la toma de decisiones estratégicas.
Judíos y palestinos vivieron durante siglos en santa paz. Han amado, sufrido y anhelado esperanzas sobre la tierra color ocre, seca a veces, fértil y renacida otras. Compartieron sus rezos ante las mismas piedras, sembraron trigo y recogieron aceite hermanados.
Ahora eso está truncado sin que nadie vislumbre los viejos tiempos, cuando los descendientes de Abraham o de los omeyas sunní saboreaban bajo las jaimas de cabra o piel de camello en el desierto de Galilea, Samaria, Negev o Sinaí, el mismo café negro, mientras unos rezaban la suras y los otros el Libro de los Proverbios.
La convivencia actual entre árabes y mosaicos es un nudo en la garganta que impide hasta un pequeño resquicio de esperanza. La sangre llama a gritos, y cuando se encuentran, el polvo, los espejos, el agua y la piel cobriza, se cubren de escarlata doliente.
Historias, de uno u otro signo, hay muchas, todas iguales y a la vez distintas. ¿Y la verdad? Atravesando el aire transparente entre las estribaciones del Río Jordán y las riberas salitradas del Mar Muerto.
Si uno se sienta bajo la sombra de las murallas de Jerusalén oirá gemidores relatos.
Una mujer judía, amasijo de carne doliente, exclama teniendo uno de sus hijos apretados a su regazo, tras la explosión de un colectivo, transporte muy usado por la población hebrea: “Es una situación terrible, pero si mis hijos tienen que tomar un autobús, les expresaré mi amor antes de que se vayan en caso de que no vuelvan”.
Y muchos no regresan. Tampoco los autoinmolados suicidas palestinos.
Estos jóvenes sacrificados terminan siendo una simple anécdota, ante la concreción de que los seres humanos pueden encontrar justificación a cualquier conducta, por desquiciada u horripilante que ésta sea.
No es una frase hueca si decimos que judíos y palestinos están condenados a entenderse mientras el cielo y la tierra coexistan. Han vivido juntos desde el principio de los tiempos bíblicos y lo deberán seguir haciendo.
¿Alguien recuerda hoy que por los caminos de Beer Sheba existió un largo periodo de paz entre esos dos pueblos nacidos a las sombra de los profetas?
Estos días, tras duros enfrentamientos los muertos de la Franja de Gaza se cuentan por docenas. Tel Aviv desea paz, diálogos sinceros sin cartas marcadas
Hablan en Gaza de buscar la paz, y aún así ésta parece no desear encontrar el único y verdadero camino: reconocer la existencia del Estado de Israel.
¿Algún día renacerá el sueño de Isaías en la brillante luminosidad de esa heredad?:
Tal vez sea cierto: en tierras selladas de religiosidad la paz entre creencias empieza nunca.