¿Cuánto falta?

Si de algo somos propietarios y eso con permiso del Creador es del tiempo vivido, pues como dice el Papa Francisco nunca el camión de mudanzas acompaña al difunto, de ahí que sea aconsejable que uno lo utilice bien, sin necesidad de ser un cuatrero del mismo, pero aún así, todos somos conscientes que en cantidad de ocasiones hemos malgastado el tiempo, bien dedicándoselo a quien no lo merece (amigos  espureos ), bien por la rutina de nuestros propios actos, que nos lleva a tomar el café y jugar la partida a la misma hora, o bien porque damos más importancia a la mera subsistencia que a la esencia..

 

No todo puede ser trabajo , no todo tiene que estar planificado, es verdad que, a veces, nuestra cabeza pide no hacer nada, dejar la mente en blanco, evadirnos, pero se da la paradoja que incluso cuando nos dedicamos a actividades supuestamente creativas y nobles como leer un libro, visitar una exposición de pintura o ver una película, uno se encuentra con la frustración, con el engaño del falso profeta,  del crítico que nos animó e incitó a ello, y es que en la sociedad del espectáculo lo único que importa es vender, hacer caja, la calidad es lo de menos. Y toda esta reflexión me vino al releer una de las mejores novelas de la Humanidad, claro que después de El Quijote, me refiero a “Los hermanos Karamazov”, de Fedor Dostoievski, donde uno se encuentra con la literatura en estado puro desde sus primeras líneas, donde el hombre es el gran protagonista y donde muchas vivencias de Dostoievski, autor que estuvo condenado durante cuatro años en Siberia a trabajos pesados, impregnan sus páginas, y que nos confiesa :”No he perdido el ánimo, hermano. La vida está en todas partes, está en nosotros mismos y no fuera de nosotros…La vida es un don, es la felicidad. Cada minuto puede ser un siglo de felicidad” y donde Iván Fiodorovich, uno de los hermanos Karamazov asevera:” que eso de que el hombre ama la Humanidad no existe en absoluto y que si hasta ahora ha habido amor en la tierra, no se debe a una ley natural, sino a que los hombres creían en su inmortalidad”.  

 

En la final de la Champions entre el Bayern de Múnich y el Madrid, cuando el resultado nos era muy favorable, un amigo mío madridista no paraba de preguntarme ¿Cuánto falta?¿Cuánto falta?¿Cuánto falta para acabar el partido?  Y es esa pregunta insistente la que ha provocado estas letras y me ha hecho replantearme como masticamos y digerimos el tiempo, nuestro tiempo, y es que últimamente tengo al sensación , como la canción, que el corazón se nos queda pequeño, o dicho de otro modo que estamos dando más importancia a la razón que a los sentimientos y así nos va, pues la razón tampoco sirve y se basta ella sola para explicar la vida. Lo único cierto es que ya tenemos cinco mil asturianos con necesidad de marcapasos.¿Por qué?

 



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