Ella se lo ligo en una heladería. Le resulto muy fácil. Ocupaban dos mesas pequeñas y estaban frente a frente. Ella se abrió de piernas y le enseñó su sexi prenda interior entre sus bien torneadas piernas y además le sonrió seductoramente.
Él le devolvió la sonrisa.
Ella formó una clara interrogación elevando sus cejas.
Él entendió perfectamente el significado de este gesto femenino. Abandonó su mesa y llegándose junto a la de ella dijo después de haber cambiado ambos una mirada ligona:
—Parece que estas sola. También yo. Si nos hacemos mutuamente compañía dejaremos de estar solos los dos, ¿no crees?
—Muy cierto lo que dices. ¿Podemos ir a tu casa?
—Perfectamente podemos.
Él ignoraba que ella estaba casada con un hombre muy celoso. El marido celoso justifico el homicidio alegando que se le había disparado, sin querer, la pistola.