Llegué cansado de Madrid. Aunque el jamón alivió un poco la espera en el Palacio Real, el besamanos se me hizo un poco pesado. Uno ya no está para tanta cola y tanto personaje hablando del tiempo, lo elegantes que todos estaban y lo monárquicos que todos vestían. ¡Ah! y, como no, la sociedad tan plural y la gran igualdad que se palpaba por la escasa diferencia entre las clases sociales allí congregadas. Todos contentos sin una mala cara.
Del discursos previo del nuevo Rey de España, Felipe VI, me quedaron en el recuerdo algunas frases que confirman que el papel lo aguanta todo y que buenas intenciones no faltan. Dijo en el Congreso: "...quiero expresar el reconocimiento y el respeto de la Corona a estas cámaras, depositarias de la soberanía nacional". En otro momento: "...hoy puedo afirmar que comienza el reinado de un Rey constitucional". Más adelante: "Hoy más que nunca, los ciudadanos demandan con toda razón que los principios morales y éticos inspiren -y la ejemplaridad presida- nuestra vida pública. Y el Rey, a la cabeza del Estado, tiene que ser no solo un referente sino también un servidor de esa justa y legítima exigencia de los ciudadanos".
Siguió su discurso y habló de los ciudadanos afectados por la crisis: "Tenemos con ellos el deber moral de trabajar para revertir esta situación y el deber ciudadano de ofrecer protección a las personas y a las familias más vulnerables". Y para citar una última referencia a su intervención y dada nuestra dependencia continental: "...hoy España es Europa y nuestro deber es ayudar a construir una Europa fuerte, unida y solidaria, que preserve la cohesión social...".
Un buen detalle es que no sacó del cajón de las nostalgias ni al ejercito ni a la Iglesia Católica.
Felipe VI empieza cargado, repito, de buenas intenciones; pero, con alguno de sus familiares y cientos -por no decir miles- de cortesanos imputados en asuntos turbios, mucho tiene que trabajar para poder mantenerse en equilibrio. A ver si vemos, tras su nombramiento, una regeneración política y social tan rápida como ha sido la abdicación de su padre, Juan Carlos I.
Los republicanos que esperen un tiempo, que no estamos, por el momento, para aguantar más besamanos, ni para pasar por comisaría como en épocas preconstitucionales por sacar una banderita o llevar un pin en la solapa.