Unidos en la diversidad

Acudo al programa que Zebrastur graba en la tarde  en Tudela de la Agueria para la TPA -”De hoy no pasa”-, siempre muy bien presentado por José Angel Leiras, para hablar, lógicamente, no del ridículo de la “roja” sino de la proclamación del nuevo rey de España, Felipe VI.En la mesa, el doctor Adolfo Bharte Aza, el ex dirigente de UCD Antonio Checa, el profesor de Derecho Francisco Ballesteros, el periodista gijonés Marcelino González y el que suscribe. Sabiendo como respira este último cada vez que hablo de la nueva reina recalco de Letizia Ortíz su condición de ovetense. Critico, como no puede ser de otra manera, la falta de cortesía, o de educación si se prefiere, de los presidentes del País Vasco y de Cataluña que tuvieron hacia el discurso de Felipe VI al no aplaudirlo más mínimo. Comento la frialdad o desentendimiento que el rey saliente mostró hacia su nuera y lo medido y constitucional del discurso del nuevo jefe de Estado apostando por una “España unida en la diversidad”.

 

Otro día en la tertulia habrá que plantear el tema del federalismo que es en definitiva a lo que estamos abocados. La Casa Real ya ha reformado su página web desapareciendo de ella Cristina y su marido Undargarin. Me cuentan que la hermana del nuevo rey estuvo sola en La Zarzuela viendo la ceremonia a través de la tele. Duro, la verdad. Echo en falta a dignatarios extranjeros. Probablemente la premura con que se ha producido el relevo sea la causa de su ausencia. Un detalle asturiano que para muchos ha pasado desapercibido. Los vestidos de las dos hijas de Felipe IV y Letizia Ortíz, la princesa de Asturias Leonor y su hermana Sofía, fueron encargados por la madre a dos modistas asturianas, Nieves García Torres y Teresa Fernández de Castro, y no ha sido la primera vez. Por cierto, el Partido Popular está quedándose solo en lo de aforar a Juan Carlos I ya que el PSOE muestra síntomas de recular. En que manos caerá el partido mayoritario en la oposición preocupa a muchos en este país, incluído a nuestros presidente Javier Fernández. Veo en uno de los actos al senador de Foro Isidro Martínez Oblanca sentado detrás del ministro de Industria José Manuel Soria. Supongo que le habrá susurrado al oído que las inversiones para el petróleo que Canarias no quiere bien podría derivarlas para el carbón asturiano.

 

En el hotel de La Reconquista, ajenos a los actos que se desarrollan en Madrid, los accionistas de Duro Felguera escuchan con paciencia al presidente Angel del Valle. ¿Objetivo? Acercase a los mil millones de euros de facturación. Ya están cerca. Dos de los accionistas felguerinos más críticos con la política de esta empresa hacia Langreo, como son Rufino Roces y Antonio Fernández Velasco, no pierden detalle de las explicaciones del presidente y, desde luego, no ponen buena cara cuando se enteran que Duro Felguera, con un despistado Carlos Solchaga en el consejo -quien te vio y quien te ve, amigo- acaba de aquirir un edificio en Madrid por 20 millones de euros. La excusa es unificar las distintas dependencias que la compañía tiene en la capital de España, pero, ojo, no me fío de que más bien pronto que tarde termine levantando el vuelo y quede su presencia en Asturias de manera testimonial.

 

Por supuesto aproveche mi presencia en el hotel de La Reconquista para palpar el ambiente entre el personal. Incertidumbre y desánimo porque pasa el tiempo y no se sabe aún el futuro de este mítico hotel ahora gestionado en precario y de mala gana por Melia. El Principado, accionista mayoritario de la propiedad HOASA, aún no ha sacado por segunda vez el concurso público de adjudicación. El primero quedó desierto ante la barbaridad de condiciones que se ponían. Menos mal que no llegó a celebrarse la velada de boxeo. Cada vez que veo esa cafetería entre el patio y uno de los salones, creo que era el Auseva, que ha pasado a mejor vida, me da ganas de poner una tienda de campaña en lo alto del Naranco. ¿Y que decirles del extinto bar americano?. El hotel de la Reconquista huele a tristeza e incertidumbre y sus competentes empleados están que se suben por las paredes. Los ovetenses también.



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