Lo peor de la vejez

Un abuelo iba caminando con su nieto por las calles céntricas de una gran ciudad. El muchacho, que se hallaba en acusada furia adolescente, excitado, no paraba de indicarle a su abuelo que se fijara en las bellezas corporales de las mujeres jóvenes que pasaban cerca de ellos.

        —¡Mira qué buena está esa, abuelo! Si la cogiera por banda… ¡uf, lo que iba a hacerle yo! ¡Me la imagino desnuda!

         Finalmente el anciano, cuando se cansó de escuchar sus enardecidos comentarios, le dijo con marcada tristeza:

         —¿Sabes, niño, qué es lo peor de la vejez de un hombre?

         —¿Los achaques, abuelo?

         —No, lo peor de la vejez de un hombre es ver a una mujer vestida… e imaginársela de igual modo.

         El jovenzuelo no entendió a su abuelo y se puso a pensar, preocupado, en la posibilidad de que éste hubiera comenzado a padecer Alzheimer.



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