Últimamente, en este país nuestro, vivimos a golpe de sobresaltos pero a ningún español se le ocurriría pensar que la abdicación del Rey en el Príncipe de Asturias, podría ser considerado producto de la improvisación. Nada más lejos de la intención del Monarca. Tal decisión, con más facetas que el ojo de un insecto, ha sido analizada con escrupulosidad microscópica, y aún así, será inevitable que aparezcan nuevas y sorprendentes situaciones que obligarán a modificar parte de la estrategia previamente decidida. Lo principal en principio es priorizar que el relevo de poderes se efectúa con la mayor naturalidad y celeridad posible.
No obstante, da la impresión que el tema sucesorio se está enredando más de lo debido en ciertas esferas, cuando para el ciudadano de a pié, y no digamos a los millones de desempleados, todo lo relacionado con el protocolo, legislación, las dos sesiones en las Cortes, aforamiento del Rey, etc. les importa muy poco, con independencia de que unos cuantos aprovechen para mover la polémica monarquía-república, cuando ambas formas de gobierno caben en la Constitución. Tras mantener más de 10.000 aforados, añadir uno más, en este caso el Rey, no merece discusión alguna, siendo lo suyo el eliminarlos a todos.
La primera duda planteada por la abdicación de Don Juan Carlos ha consistido en saber si el momento elegido ha sido política y socialmente el más adecuado. Las opiniones en uno y otro sentido son de lo más variopinto, imponiéndose el materializarla ahora porque el posponerla, aparentemente, muy poco aportaría, dado que dejar pasar el tiempo, al contrario de lo que opinan Rajoy y su gurú Arriola no lo solucionan todo.
Al presidente del Gobierno, la costumbre de ocultar y dilatar le ha supuesto la pérdida de 2,6 millones de votos en las recientes elecciones europeas, cuya recuperación no será tarea fácil para el PP. La indolencia con que ahora pretenden justificar la debacle, disfrazándolo con el argumento de que “no han sabido comunicar y justificar sus decisiones y silencios” es una pamema, con lo cual, las expectativas de una segunda legislatura para don Mariano, se han complicado y mucho.
Retornando al Monarca, no ignora que lo que resta del 2014, unido a un 2015 con elecciones generales, supondran tiempos sumamente tensos y convulsos. El escenario político tras los desastrosos resultados de los comicios europeos (equivocados en todas las encuestas y medios de comunicación) es totalmente distinto a lo esperado. Nadie imaginaba la tremenda caída del PP y PSOE ni los sorprendentes cinco diputados de “Podemos”, lo que impondrá una estrategia electoral distinta en las próximas confrontaciones.
Arturo Mas, presidente de la Generalidad, sigue actuando como si todo lo que está ocurriendo “son cosas de España”, apresurándose a declarar que la abdicación en nada les afecta ni interfiere para que el 9 de noviembre tal como está previsto, se celebre la consulta sobre el derecho a decidir.
El Rey es perfectamente consciente que en el proceso de sucesión es necesaria la aquiescencia del PSOE. No sería correcto contar exclusivamente con el apoyo del PP e ignorando a la oposición ejercida por Rubalcaba, pero ante la compleja situación interna en que se encuentran los socialistas puede suceder de todo. No olvidemos que en el Partido Socialista por definición son republicanos y su ideología choca con la idea de defender en el Parlamento a la monarquía. De ahí que las CC.AA. gallega y balear estén en contra y sus diputados soliciten libertad de voto, promoviendo los descarados halagos de Rajoy sobre Rubalcaba a quien considera un “político serio, ejemplar y con sentido de Estado”, a cambio de lograr una sucesión de la Corona sin traumas.
En cuanto a la decisión sobre cual será el cometido adjudicado a Don Juan Carlos una vez cerrado el proceso de abdicación, todo parece aconsejar que lo más lógico sería continuar contando con su experiencia para misiones internacionales. Ha sido nuestro principal embajador en ciertas regiones del planeta donde es considerado como indispensable. Tal como es el caso de los Emiratos Árabes donde goza de in prestigio y reconocimiento poco comunes.
De cualquier manera, a quien se le presenta el panorama verdaderamente complicado es al sucesor, cuyas primeras acciones y decisiones serán escrutadas al milímetro. Al margen del problema catalán, cada día mas enrevesado, por no haber sido abordado desde el principio con el rigor necesario, Felipe VI, no ignora que tras las elecciones europeas y al margen del secesionismo catalán, existen otros formaciones políticas de izquierda y extrema izquierda, que está ejerciendo una presión considerable, como ya ha comenzado a notarse en las manifestaciones celebradas en toda España, destacando la de la Puerta del Sol en Madrid. Serán muchos los aciertos a cosechar por el nuevo Monarca para que los numerosos defensores de la tercera república se calmen.
Tras la abdicación del Rey el día 18 y la jura del Príncipe el 19, el proceso de relevo en la Corona habrá finalizado, dando paso al verano en que la actividad política prácticamente queda interrumpida con las merecidas vacaciones de sus señorías.
A partir de septiembre, entrará en escena el serio problema con que deberá enfrentarse el presidente del Gobierno y que afectará también al nuevo Jefe del Estado, consistente en la pretendida celebración del referéndum del 9 de noviembre en Cataluña. La actitud del ya proclamado Felipe VI, deberá ser de decidida defensa a la indisoluble e incuestionable unidad de España.
Para los nacionalistas catalanes, cualquier acontecimiento siempre estará supeditado al logro independentista y esencialmente a la citada consulta sin admitir el más mínimo cambio. El presidente Mas respeta la decisión de abdicar por parte del Rey, pero sin consentir que tal anuncio desvíe la atención del referéndum, pidiendo total respeto a la voluntad del pueblo catalán.
En algún momento deberán cesar las permanentes amenazas del visionario Mas y sus consejeros, defendiendo lo indefendible legal e históricamente, que solo persiguen sus propios intereses a golpe de manipulación de los medios y la más descarada demagogia.
El Rey es sabedor de haber perdido el reconocimiento por parte de muchos españoles durante los últimos años, algo que en su momento le llevó a pedir perdón públicamente, gesto que puede haber contribuido a la abdicación. A todos estos perjuicios habrá que sumar el ya cercano juicio del ambicioso Urdangarín y posiblemente el de su hija la Infanta Cristina que nadie sabe como y donde terminará.
Como continuación a este rosario de desdichas y sin entrar a valorar la fiebre republicana que está invadiendo el país, surgirán otras de distinta índole que tampoco aportaran felicidad precisamente, familia política, imagen y comentarios sobre la princesa, su hermana, la republicana tía Henar, el libro del primo Rocasolano “Adiós, Princesa” relatando el aborto de Letizia, más todo lo que aporten nuevos personajes desconocidos hasta la fecha pero que aparecerán en escena con distintas pretensiones y/o comentarios…¡¡Tiempo al tiempo!!
Soportar que el consejero de la Generalidad Francisco Homs afirme que la sucesión se ha producido "para que el negocio continue", constituye una humillación intolerable, fiel reflejo de la degradación a que se pretende someter a la Casa Real.
Tras sensatas reflexiones y admitiendo que la reforma de la Constitución es una necesidad, solo caben dos alternantivas para combatir y terminar con el independentismo catalán: adjudicarle a la Generalidad un descarado trato preferencial económico-fiscal, o bien, hacer frente a su pertinaz separatismo, dotando al Gobierno con amplias y necesarias facultades para oponerse y terminar con ese reto para siempre.
En otro orden, debe quedar muy claro que esa regeneración que se le exige a la monarquía con el advenimiento de Felipe VI, debe alcanzar igualmente a otros estamentos entre los que habrá que incluir preferentemente a la clase política, tan merecidamente denostada en los últimos tiempos. Necesitamos cambios urgentes y que se mantengan en el tiempo.
Espremos, tal como reza el título de la presente carta-artículo, que la sucesión no se limite a un cambio de cromos. Que los elogios dedicados al Príncipe de Asturias y próximo Rey de España, no supongan solo palabras. El porcentaje de aceptación del Príncipe, según la última encuesta de Sigma Dos es muy considerable (73%), si bien habrá que esperar a que ejerza como Rey con todas las consecuencias. Por el momento, la que continúa ocupando los últimos puestos en los sondeos es Leticia.
A la vista de lo publicado, si en efecto las relaciones entre el Monarca y la Reina son inexistentes, si mantiene con el Príncipe una relación más bien fría, ve escasamente a sus nietas, con Cristina no existe relación pero si con Elena y Letizia no le gusta y ademas está muy solo, podría afirmarse que el futuro de Don Juan Carlos, familiarmente, no es precisamente muy alagueño. Solo posee un almacen de tristezas e infelicidades que esperemos mejore y cuanto antes mejor.