Son muchos los juegos de entretenimiento en los que el rey es una figura principal. Por ejemplo en varios juegos de cartas y muy especialmente en el ajedrez, ese juego admirable en el que si te ponen en peligro de muerte el rey, y sí finalmente te lo matan, has perdido irremediablemente la partida.
En el caso de nuestro país, nuestro rey ha abdicado a favor de su hijo del que muchos reconocen (incluidos algunos no monárquicos) que está preparadísimo para ser el soberano de todos los españoles.
Yo, desde mi posición que es la de ser únicamente un insignificante ciudadano más de este país llamado España, del que algunos (afortunadamente muy pocos de momento) quieren marcharse, y no considerarme monárquico, reconozco que viniendo de la más horrenda dictadura franquista, la labor del rey Juan Carlos I (con sus luces y sus sombras) ha sido todo lo buena que, entre unos y otros, permitimos que fuera.
Mi deseo, profundo y sincero, es que no terminemos al final, conociendo como conozco lo cainita que es mi país, añorando su presencia.
Se va un rey y le sustituye otro. ¡Al todavía príncipe Felipe le deseo la mayor suerte del mundo, pues de buen seguro (con tanto sembrador de odio como tenemos dentro y fuera de nuestras fronteras) la va a necesitar!