El 03/07/12 decía: «Terminaré con un pronóstico optimista que vengo anunciando hace tiempo: si, como parece, la situación financiera se estabiliza, hacia finales de este año empezaremos a ver también señales positivas, la detención de la destrucción de empleo y, tímidamente, otro clima inversor». Y a comienzos de este 2014, también aquí: «Y como desde esa fecha llevo procurando trasladar a mis lectores los datos que nos señalan que las cosas van a mejor y negándome, aun con riesgo de errores, a engalanarme con el hábito de prestigio que conceden el escepticismo y el negativismo, voy a aventurar ahora que en el 2014 nuestro crecimiento estará más cerca del 1,5% que del 1% y que a partir del comienzo del segundo semestre se empezará a crear empleo». Pues, ahora, si me permiten ustedes que la constatación de la realidad me escriba el artículo, comienzo. Son todo noticias de mediados de abril para acá:
«El Consejo de Competitividad prevé que la economía crezca un 1,3% este año y un 2% en 2015». «La Comisión Europea (CE) pronostica que España crecerá un 1,1% en 2014 y un 2,1% el año que viene». «La economía española creció el 0,4% en el primer trimestre, según el Banco de España». «El paro baja en 111.565 personas y se crean 133.765 empleos en el mes de abril». «Fitch sigue los pasos de Moody's y mejora también un escalón el «rating» de España». «España coloca 5.575 millones en bonos y obligaciones con los intereses en mínimos». «La prima de riesgo baja de los 150 puntos básicos». «España coloca 3.057 millones y rebaja el interés en las letras a 9 meses». «El interés del bono a 10 años, por debajo del 3% por primera vez desde 2005».«La deuda financiera de las familias baja a niveles de 2006». «La morosidad bancaria suma dos meses de caídas». «Disminuyen los impagos y recortan los plazos de pago».
«España recibe 10,1 millones de turistas hasta marzo, un 7,2% más que en 2013». «Las matriculaciones de turismos aumentan un 28,7% en abril». «La creación de empresas sube un 6,23% en el primer trimestre del año». «Hasta marzo se han constituido en España 27.441 sociedades mercantiles y se han disuelto 9.011, según el Colegio de Registradores de España». «Un tercio de los autónomos prevé contratar nuevo personal durante este año».
Podríamos dar más. Es suficiente para poder decir, al respecto de nuestros pronósticos, aquello de Lope: «contad si son catorce y ya está hecho». Y previsiblemente, las cosas seguirán en esa senda y de forma acelerada. Ahora bien, como he dicho otras veces también, hay algún «si», un «marco» y un enorme «pero». Sí si no ocurre una catástrofe política, interna (Cataluña) o internacional (Ucrania). Un marco: no se trata tanto de recuperar el empleo destruido, cuanto de recuperar mercados y volver a compensar los muchos miles de empresas destruidas. Solo entonces habrá empleo abundante y con mejores salarios. En otras palabras no es que, como canturrean, «sin empleo de calidad no hay recuperación», sino que si no hay recuperación —de empresas, de mercados, económica— no habrá empleo de calidad.
Un grave «pero», finalmente. Me aborda un empresario amigo, que tiene una empresa de décadas de antigüedad. El último mes, el coste de la seguridad social de su ya único asalariado (de años) ha subido, sobre una base de cotización de 2.100 euros, de 840 euros a 914 euros. En una situación de escasos ingresos, con las cuentas ya al límite, posiblemente esa nueva subida ponga en muy difícil situación ese empleo. Es un ejemplo concreto y vivo que refleja la situación general de los altísimos costes para la empresa de las cotizaciones de los empleados. Hace falta aquí una intervención rápida y decidida, sin la cual no sólo se destruirán empleos, sino que se pondrán en peligro empresas —que es más grave—. No digo nada nuevo. Sé que es una demanda antigua de todos los empresarios y aquí ha sido reiterada. Tengan en cuenta que los costes «sociales» de cada trabajador son en España de los más altos de Europa.
No se me oculta tampoco que es difícil cuadrar cuentas: reducir el déficit, bajar el IRPF, realizar anticipos para deudores y comunidades, atender el paro, pagar la deuda, cubrir las pensiones y el déficit de la seguridad social, todo ello, además, con una no muy eficaz capacidad recaudatoria del Estado. Pero el gran salto de crecimiento y de empleo no se podrá dar sin esos recortes de los costos de la seguridad social por trabajador. Sin eso, y sin alguna precisión jurídica mayor en las leyes laborales, de modo que no queden algunas situaciones al libre albedrío de algún Robin Hood. Porque cuando eso ocurre, al éxito y la alegría de los ganadores, lo acompaña la retracción de un número no pequeño de inversores que se cuidan mucho de correr un riesgo cuyos límites dependen más del azar que de la ley, de las obligaciones aparentemente contraídas o de la racionalidad.