Tal vez hubiera sido cristiano copto en las planicies de Eritrea, pero a recuento de irracionales guerras nómadas, hambrunas, más la falta de agua, terminó convertido en fiel seguidor del Profeta Mahoma.
Hablamos alguna vez que otra, sin fecha pautada. En esta ocasión ante la aterradora e inhumana tragedia de esas docenas de niñas secuestradas en Nigeria, violadas la mayoría y las otras vendidas como ganado de catre a ancianos musulmanes africanos.
- Salud, cristiano, dice Alí.
- Alá te bendiga.
- No hay duda -comenta de un derechazo púdico-, el Islam sigue siendo la gran religión, mientras la tuya es meramente nominal.
- Escucha –replico-: el Corán, más que la Biblia, está inclinado al determinismo: Dios decide y el hombre acepta. Además el Islam significa sumisión. Los musulmanes en su gran mayoría miran el mundo con recóndito odio. Acusan a occidente de cada uno de sus males, y ahí se hallan las raíces de ese terrorismo creciente y ese suceso punzante ocurrido la pasada semana en Nigeria – país ensangrentado a cuenta de conflictos bélicos - cuando un grupo desquiciado, miserable y demencial se llevó de un colegio 232 niñas entre 17 y 13 años.
Alí pone cara de asombro: “¡Eso es quimérico!”
- Calma. En el Corán comer el fruto del bien y del mal fue sólo infringir una ley. Dios castigó a Adán y todo terminó allí. No hay ningún pecado original y ninguna adquisición del poder de distinguir lo bueno de lo malo, aunque muchos dirán que esto es libre albedrío.
- Debo decirte, papista viejo, que de este último concepto proviene la idea de la responsabilidad individual.
-Te conozco, Mohamed, y ya sé por dónde vienes; ahora vas a decirme que los católicos somos acérrimos intolerantes. Mira: para llegar a la democracia, el Islam necesita una especie de Reforma, un Martín Lutero. ¿Piensas que puede hacerlo con ese atajo de salvajes, violentos y fanáticos de Al Qaeda, los Hermanos Musulmanes, la organización yihadista Boko Haram en Nigeria, ufanos y regocijados del irresponsable secuestro de las jovencitas o del mismo calibre en Sudán, Siria, Afganistán e Irak?
- Occidente – invoca - guarda en sus retinas una imagen distorsionada que no se ajusta a la realidad. ¿Que hay determinadas sectas que se pueden acercar a esos calificativos? Cierto: ahora bien, sin generalizar. Millones de musulmanes rechazamos el terrorismo y nos duele la sangre derramada de inocentes. Ese fanático de nombre Abubakar Shekau, autoproclamado líder del grupo Boko Haram y que goza gritando: “Si Alá me ordena matar, yo gozo haciéndolo”, no es fundamentalista, es una bestia brutal.
Y acentúa: “Los fundamentalistas lo que desean es volver a las antiguas fuentes de la fe, cuando ésta era clara, directa y basada en la tradición. Depurar las escorias y deformaciones resultantes de siglos de pobreza, atraso económico y dominación extranjera”.
Le sigo aguijoneando: En el libro “Por qué no soy musulmán” se dice: “Alá impuso a todos los mahometanos el deber de combatir a los no creyentes hasta que la ley humana acabe reemplazada por la ley de El Corán”
- Si a libros vamos, te recuerdo “Historia criminal del cristianismo”, de Karlheinz Deschner. Esas páginas saben a muerte. En ella vuestros pontífices parecen guerreros perturbados y no hombres de Dios.
No obstante nuestro comentario surgió ante ese grupo vehemente y desquiciado que, siendo responsable de más 400 asesinatos en el norte de Nigeria, y culpable del secuestro de más de 200 chiquillas pertenecientes a un colegio, sigue retozándose de su acto mientras desprecia todo significado de los valores humanos. La universidad de la madraza coránica en el Cairo, la más importante del mundo, ha dicho que su acción no está en las Suras del Corán, y lo condena y rechaza como una actitud demoníaca.
- ¿Estamos de acuerdo, cristiano de Trento?
- Lo estamos, musulmán de Medina Azahara.